“Un sorprendente obispo, como fue Monseñor Manuel Larraín y dos grandes teólogos, —P. Juan Ochagavía y Antonio Bentué—, pensadores de la Iglesia y del mundo actuales, han escrito sus reflexiones sobre el Concilio Vaticano II, sobre su importancia y su proyección al momento presente y al futuro próximo”, señala en el prólogo monseñor Piñera.
“El Concilio Ecuménico Vaticano II es sin duda el acontecimiento más grande de los últimos tiempos de la vida de la Iglesia”, expresó el Cardenal Ezzati, quien leyó para la audiencia algunos pasajes del prólogo que él mismo escribió en la edición:
“En este momento particular de la historia del mundo refresca y anima leer estos textos que nos hablan del extraordinario acontecimiento suscitado por el espíritu, y que animó a muchos a volver la mirada a Jesucristo y a presentarlo como fuente de alegría, de verdad, de paz y de esperanza. También a comprender a la Iglesia como pueblo de Dios, un pueblo que peregrina, compartiendo la misma vocación de ser discípulos misioneros que anuncian la belleza y la fecundidad de creer. Laicos, consagrados y ministros que no se quedan en lo contingente sino que apuntan siempre más arriba”.
Luego agregó: “El Papa Francisco, providencialmente, nos indica el sendero con toda su fuerza profética, e indica la fuerza transformadora que tiene el Concilio Vaticano II para la vida de la Iglesia al servicio del mundo de hoy”.
“La Iglesia en Chile está llamada a seguir arando en la esperanza, ser una Iglesia que escucha, que anuncia y que sirve”, dijo al finalizar su alocución. “El Papa Francisco nos dice que arar en la esperanza significa salir, ser una Iglesia en salida, emprender un nuevo éxodo y como Abraham creer con toda esperanza. Quisiera agradecer fraternalmente a los tres autores que están aquí presentes, a que con su reflexión nos ayuden y nos estimulen a arar en la esperanza, fundados en la certeza de aquel que nos envía a arar y nos envía a sembrar”, concluyó.
Por su parte, monseñor Bernardino Piñera, uno de los autores del libro, expresó que “el Concilio tuvo dos efectos en la Iglesia: por una parte, estimuló la creatividad, no solamente en los obispos que pudieron manifestarse en el Concilio, sino que en muchos miembros de la Iglesia, religiosos, sacerdotes y laicos, pero también dio un programa de reformas en la Iglesia, muchas tareas había que hacer, en algunas cosas se cambió la figura de la Iglesia, pero la frustración que yo tengo, si es que se puede hablar de frustración, es que había tantos gérmenes que no se desarrollaron debidamente, porque se atendió a otras cosas; a mí me gustaría aún estudiar y trabajar para empeñarme en eso: en llevar a la práctica cosas que quedaron iniciadas pero que no maduraron totalmente”, concluyó.
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago
http://bit.ly/1cmmHSN
Publicar un comentario