Domingo VIII del Tiempo Ordinario







aves45“Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta”. Reflexión de Mons. Ruy Rendón para el domingo 02 de marzo 2014.


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“Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta”.




Isaías 49,14-15

1Corintios 4,1-5

Mateo 6,24-34




Dios nos propone este domingo, en su Palabra, el tema acerca de lo que la Iglesia ha llamado: “Divina Providencia”. La primera lectura y el evangelio nos hablan del amor que Dios tiene a los seres humanos; amor que se manifiesta en su atención, minuciosa y detallada, para con nosotros sus hijos.


A este respecto, consideremos dos cosas: primero, la confianza que debemos tener en la providencia divina, a pesar de la aparente indiferencia de Dios hacia las personas que sufren, que padecen necesidades extremas: hambre, enfermedad, pobreza, injusticia, sufrimiento, desgracia, etc.; segundo, esta confianza, en ningún momento debe ser pasiva, como quien, cruzado de brazos, espera que la solución a las situaciones difíciles venga totalmente de las manos de Dios.


El profeta Isaías comienza describiendo la desilusión, decepción y desconfianza del pueblo de Israel ante la situación adversa que vive: “Sión había dicho <El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el olvido>”. Cuántas veces éstas han sido nuestras palabras en los momentos de dificultad; pensamos que el Señor no se preocupa de nosotros, incluso que no le interesamos tanto, ya que las dificultades y carencias que tenemos están a la orden del día agobiándonos sobremanera. Sin embargo la respuesta de Dios no se deja esperar: “Aunque hubiera una madre que se olvidara (de su criatura), yo nunca me olvidaré de ti”. El salmista, en sintonía con esta respuesta divina, expresa su confianza en Dios: “Sólo en Dios he puesto mi confianza”.


Ahora bien, tampoco se trata de caer en el extremo contrario, es decir, caer en un exceso de confianza tal, que nos haga permanecer inmóviles y pasivos, sin poner nuestro esfuerzo para superar las dificultades y alcanzar aquello que necesitamos. Recordemos cómo Dios alimenta a las aves del cielo pero no les pone la comida en el nido. En efecto, las aves deben dejar su nido y emprender, no sin peligros, la búsqueda del alimento diario para ellas y sus polluelos.


Por consiguiente, no debemos desesperarnos ante las situaciones difíciles, confiemos en la Divina Providencia como si todo proviniera de Dios; y pongamos en acción nuestro esfuerzo personal y comunitario como si todo dependiera de nosotros; no olvidemos que los dones y milagros del Señor se dan, tomando en cuenta la parte que nos corresponde poner a nosotros.


Sugiero que en la Eucaristía dominical pongamos en las manos del Señor todas nuestras inquietudes, anhelos y proyectos, sabiendo que él nos ama y se preocupa de nosotros. Amén.




+Ruy Rendón Leal

Obispo de Matamoros




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