Tenía sed de la fe de aquella mujer

23 de marzo 2011

Domingo 3º Cuaresma (A)

Jn 4, 5-42: Homilía de san Agustín (In Io. ev. tr., 15, 10-12)

«Deviene en imagen de esta realidad el hecho de que esta mujer provenía de un pueblo extranjero, convirtiéndose así en figura de la Iglesia, pues la Iglesia había de venir de los gentiles, extranjera para el linaje de los judíos. Oigámonos, pues, a nosotros mismos en ella, y reconozcámonos en ella, y en ella demos gracias a Dios por nosotros. Ella, en efecto, era la figura, no la verdad, porque ésta envió por delante la figura, y se hizo realidad, pues creyó en aquel que se sirvió de ella para hacerla figura para nosotros. Así, pues, vino a sacar agua (Jn 4, 7). Simplemente, había venido para sacar agua, como lo suelen hacer los varones y las mujeres.

Le dice Jesús: Dame de beber. Sus discípulos habían ido a la ciudad para comprar alimentos. Así pues, le dice aquella mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides agua a mí, que soy una mujer samaritana? Pues los judíos no se llevan bien con los samaritanos (Jn 4, 7-9). Veis que son extranjeros. Los judíos no podían, en absoluto, hacer uso de sus vasijas. Y porque era la mujer la que llevaba consigo una vasija para sacar el agua, se extrañó por el hecho de que un judío le pidiera a ella de beber, lo cual no suelen hacer los judíos. Pero aquel que le pide de beber, tenía sed de la fe de aquella mujer.

Escucha ahora, pues, quién es el que le pide de beber. Respondió Jesús, y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, probablemente tú se lo hubieras pedido, y te hubiera dado agua viva (Jn 4, 10). Pide de beber y promete algo para beber. Se halla necesitado como para aceptarlo, y bien provisto como para saciarla. Si conocieras, le dice, el don de Dios. El don de Dios es el Espíritu Santo. Pero todavía le habla a la mujer veladamente, y poco a poco va entrando en su corazón».

(Trad. de Javier Ruiz, oar)

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