Por Felipe MONROY |
A partir de este 26 de julio y hasta fin de mes la ciudad de Cracovia, Polonia, recibirá el encuentro juvenil bienal que la Iglesia católica propone para refrescar y dejarse rejuvenecer por las nuevas generaciones que abren paso en el siglo. Las Jornadas Mundiales de la Juventud han sido, en cada sede donde se realizan, una oportunidad de mostrar el rostro joven de la Iglesia y renovar un deseo del papaJuan Pablo II: que los jóvenes cristianos se redescubran en la alegría, la sorpresa y la audacia de construir mundo haciendo a un lado el desánimo, el inmovilismo y el miedo provocados por los muchos flagelos de la sociedad contemporánea.
Aunque en esta edición se han registrado más de medio millón de jóvenes peregrinos a la JMJ de Cracovia, resulta interesante que al menos 7,000 de ellos serán mexicanos. Son muchas las delegaciones de sacerdotes y jóvenes que comenzaron su peregrinar veraniego hace algunas semanas. Han partido en grupos compactos desde sus localidades y en Polonia se reencontrarán con sus connacionales. Algunos lo hacen ya a través de grupos en redes sociales, utilizan las etiquetas #JovenesDeMéxico y #YoVoyaCracovia para compartir imágenes de su periplo y de los encuentros que van teniendo en el camino. En la próxima semana, los jóvenes acudirán a los centros de acogida, las catequesis generales en parroquias, las peregrinaciones a santuarios y a las actividades festivas y celebrativas de la JMJ presididas por el Papa.
Estos jóvenes peregrinos a la JMJ de Cracovia ya no son la famosa generación Juan Pablo II, pero irán “a donde todo comenzó” para el pontífice que dio perfil a la segunda mitad del siglo XX. A su país, a su casa, a su sede arzobispal donde aprendió a ser pastor y a confiar en que su ser cristiano puede transformar el mundo. Eso es lo que encontrarán los jóvenes en Cracovia, la tierra que Juan Pablo II fue animando como sacerdote, obispo y como pontífice en las siete visitas apostólicas, el sitio que se erige como un nuevo centro de peregrinación hasta donde ya han acudido el papa Benedicto XVI en mayo del 2005 y ahora Francisco este mes.
Los jóvenes encontrarán en Cracovia uno de los pilares que la Iglesia católica conserva en el Viejo Continente. Una resistencia de tradición y eclesialidad en la frontera del este europeo, un dique de cristiandad, historia y organización social que impugna el camino hacia la secularización y el radicalismo frente a la multiculturalidad acelerada por las migraciones y los refugiados. En palabras simples, para el catolicismo occidental, Polonia significa la posibilidad de mirar en la devoción mariana, el martirio por persecución y en el sacrificado ministerio (Polonia tiene una larga lista de obispos y sacerdotes santos) un reducto cristiano que los jóvenes católicos de hoy están obligados a conocer y a preservar.
México aún registra un alto porcentaje de jóvenes (27.3% del total de la población) los cuales proporcionan un dinamismo y una riqueza importante a la sociedad, pero también sus necesidades de educación, trabajo y esparcimiento son todo un desafío. Muchos de los jóvenes que hoy se encuentran en Polonia para vivir la experiencia de la JMJ tienen que lidiar en su ciudad o estado de origen con la búsqueda de oportunidades. El sistema educativo patrocinado por el Estado ha corroborado una y otra vez la imposibilidad institucional de dar educación superior y media superior a toda la demanda actual de jóvenes; mientras que las modalidades de educación particular privada requieren de grandes inversiones para proveer opciones educativas a una mayor matrícula juvenil. La situación en el sector laboral para jóvenes no es más halagüeña: la precarización de las condiciones de trabajo, las cada vez menores responsabilidades patronales y la pulverización del sentido colectivo del trabajo mantiene en una efímera ilusión adquisitiva a aquellos que tienen trabajo y en una apática búsqueda de trabajos sin horizontes de estabilidad. Para la revista Forbes, el verdadero problema en el fenómeno de jóvenes que no estudian ni trabajan (llamados ninis) es que desistan definitivamente de buscar trabajo o de volver a las aulas.
Muchos de los jóvenes mexicanos optan por emprender sus propios proyectos alentados por los muchos testimonios de éxito e independencia; sin embargo, la gran mayoría de observatorios de negocios apuntan que apenas 8 de cada 100 proyectos logran mantenerse apenas tres años y, si a ese panorama se agregan variables como el crimen organizado, la violencia, la volatilidad en el mercado cambiario y la corrupción, los emprendedores tienen un panorama muy difícil. El camino fácil, sin embargo, se abre hacia la corrupción, el abuso y la criminalidad como procuradores de supervivencia.
A diferencia de la JMJ de 1991 que presidió Juan Pablo II también en Polonia (en Czestochowa concretamente), hoy la juventud ya no padece la división de bloques ideológicos y militares, ya han caído los altos muros de acero y concreto que partían al mundo en dos (aunque aún existan liderazgos que no lo comprenden). Logros en parte animados por el grito de libertad y el llamado a no tener miedo que Wojtyla insistió durante su pontificado. Hoy, la JMJ de Cracovia quiere desmontar nuevos muros alimentados de temor y de egoísmo, de consumismo y relativismo, de indiferencia y de insatisfacción (la tercera causa de muerte en menores mexicanos es suicidio). Y frente a los nuevos retos que enfrenta hoy la sociedad, la propuesta de Francisco es misericordia: “una mirada que es capaz de cambiar la vida de ustedes y de sanar sus almas, una mirada que sacia la profunda sed que demora en sus corazones jóvenes: sed de amor, de paz, de alegría y de auténtica felicidad”. Esperemos que eso sea suficiente para ese medio millón de jóvenes que volverán a sus países a intentar ponerla en práctica y para esos siete mil mexicanos que puedan compartir con sus connacionales que el futuro es mucho más que una salvaje supervivencia.@monroyfelipe
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