XI – Refranes Mexicanos

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Luis Sandoval Godoy
Formuló: José Sánchez Orozco

44- Me admira que, siendo liebre, no sepas correr en llano
Este refrán tiene varias versiones, encaminadas a un mismo fin.
Habla de quienes presumen de mil Habilidades, ¡y venido a ver!…

I
Como quien dice, habla de los habladores.
De esa gente que se adornan; ellas mismas se ensalzan, dicen que son lo máximo.
Prometen, dan y regalan, arreglan y remiendan, y todo lo tienen en la palma de la mano.
Pero no es cierto. El refrán las compara a una liebre, de esas que había antes.
Antes, sí, porque ahora, con el trastorno de los esquemas ecológicos puede que ya no haya liebres.
Ahora sólo “lebrones”, que es una palabra del lenguaje popular, para referirse a gente de mala sangre, atrabiliarios y abusivos.

45- De enero a enero, tener buena salud y mucho dinero
Uno va por la vida salvando escollos y brincando charcos.
Todo lo imaginable y lo no imaginable podrá venir por el camino.
Nadie hay que diga que sabe hacerla, que la tiene segura, que no tendrá pierdes .
Al contrario, si algo duele y llena de inquietud en esto, es la incertidumbre de que se rodea la vida de los seres humanos.
Pero, como somos dados al ensueño, a la esperanza, a los buenos deseos…
Como nos hemos propuesto alimentar nuestra vida con optimismo…
Como se ha dicho que siempre hay que ver el vaso medio lleno y no medio vacío …
Con eso nos asomamos a la vida y nos prometemos dicha y ventura, pensando en las cosas buenas, sobre todo en la salud.
Con la salud, todo lo demás, incluido el mucho dinero que pide el refrán.
Así ponemos la marca en el tiempo, y con esa marca nuestros anhelos.
Esto es, de enero a enero… aunque lo cierto es lo incierto, no sabemos lo que nos espera el día de mañana.
Sin embargo, nada cuesta soñar:
Así pues, buena salud y mucho dinero, compañero, campesino, proletario…

46- Amor de madre… ni la nieve lo hace enfriarse
Hemos entendido que los cadáveres se quedan fríos y duros.
Hemos entendido que la muerte sopla y apaga la hoguera de la vida.
Así andan, de frente, la vida y la muerte, el sol y la noche, el Invierno y el Verano.
Y sabemos que un corazón enamorado es como un torbellino de fuego.
Y, hablando de amores, hemos pensado en un amor sobre todo amor.
Tal es el amor de la madre: un amor puro; abnegación, sinceridad, entrega.
No cabe en los sentimientos de la madre hacia su hijo, ni intención ni afán ni interés, según sucede en otras formas de amar.
Por eso el amor de la madre es como una hoguera, como un sol, como una llama encendida al rojo blanco.
Y tan intenso y tan fuerte, tan grande y tan expresivo, que nadie lo apaga.
Ni siquiera las heladas de noviembre, cuando se recuerda el paso fugaz del hombre.
Ni siquiera los aires de este mes, porque más allá de todo, se mantiene rojo y recio el amor de las madres.

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