El padre Jacques Hamel fue «un hombre bueno, siempre al servicio de los demás y con un carisma sincero», «un sacerdote muy apreciado», «un rayo de sol». Con estas palabras recuerdan al padre Jacques, que era una persona cálida, simple y que vivía modestamente.
El presbítero francés a sus 86 años continuaba oficiando ceremonias aunque pudo haberse retirado hace varios años. Decía que no hay suficientes sacerdotes y que él podía continuar hasta «su último suspiro», y así fue, sirvió como sacerdote hasta que dos terroristas de ISIS lo degollaron el pasado martes 26 de julio en la parroquia donde era vicario, en la región de Alta Normandía, en Francia.
Su obispo, monseñor Dominique Lebrun, que estaba en la Jornada Mundial de la Juventud en Polonia regresó a su diócesis al conocer el suceso. Cuando le dieron la lamentable noticia había terminado de orar junto con los jóvenes peregrinos de su diócesis en la tumba del beato mártir Jerzy Popieluszko, en Varosovia, «asesinado bajo el régimen comunista».
El obispo expresó en un comunicado que «La Iglesia Católica no puede tomar otras armas que la oración y la fraternidad entre los hombres. Dejo aquí [en Polonia] a cientos de jóvenes que son el futuro de la humanidad. Les pido que no bajen los brazos ante la violencia y que se conviertan en apóstoles de la civilización del amor».
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