Una invitación a pasar del miedo que “atrinchera en el encierro” y en la “parálisis”; a no conformarse con encontrar felicidad en un “sofa”, en la inmovilidad, “para estar cómodos, tranquilos, bien seguros”, viviendo, de hecho, “vegetando” de “adormecimiento”, “embobados”, “atontados”. En la vigilia comenzada esta noche a las 19.30 horas en la explanada del Campus misericordiae, el Papa Francisco invitó a los jóvenes a ser protagonistas de sus vidas y de la historia, “dejando una huella”. “La historia de hoy – dijo – nos pide defender nuestra dignidad y no dejar que sean otros los que decidan nuestro futuro”.
La Vigilia de oración a la que asistieron al menos un millón de jóvenes, que tuvo como tema “Jesús, Fuente de la Misericordia”, fue introducida con el saludo del arzobispo de Cracovia, cardenal Stanislaw Dziwisz. Invitando al Papa a presidir el encuentro, dijo: “Santo Padre, los jóvenes son la esperanza de la Iglesia y del mundo del tercer milenio. Van a asumir la responsabilidad por el destino de sus naciones, comunidades y familias. Ellos predican el Evangelio de la paz con un nuevo lenguaje, con una nueva sensibilidad, con una nueva esperanza”.
Esto fue seguido por cinco representaciones teatrales con el tema de “la fe a los escépticos, la esperanza a los desanimados, el amor a los indiferentes, el perdón a los que hayan hecho el mal, la alegría a las personas tristes”. Estas fueron intercaladas con tres testimonios.
En primer lugar, el de Natalia, una chica polaca que vivía en el vacío del consumismo y de la carrera, pero también en la tristeza, que cambió la vida después de una confesión. “Cuando yo iba a la confesión – dijo – yo estaba convencida de que había perdido para siempre la vida eterna y sin embargo sentí que Dios me estaba esperando siempre y que Él eligió para mí ese día. Salí de la iglesia como de un campo de batalla, muy cansada pero muy feliz al mismo tiempo, con una sensación de victoria y con la creencia de que Jesús estaba regresando a casa conmigo”.
Otro testimonio es el de Miguel, paraguayo, un ex adicto a las drogas desde los 11 años de edad, que incluso mató y estuvo en la cárcel, se recuperó en la “Fazenda de Esperança”, una casa de acogida en Brasil.
Luego fue el turno de una chica de Siria, Rand Mittri, de Alepo, “la ciudad perdida”, en la que todo “fue destruido, arruinado, derrumbado. “He aprendido – subrayó – que mi fe en Cristo está más allá de las circunstancias de la vida… Creo que Dios existe a pesar de todo nuestro sufrimiento”.
Rand pidió a todos que oren por su pueblo y el Papa, en su discurso, pidió a todos los jóvenes rezar en silencio por Rand y por todas las “guerras”, incluso las interiores.
Al tomar la palabra, el Papa Francisco dio las gracias a los tres jóvenes por su testimonio: “el dolor, la guerra que muchos jóvenes viven, ya no son una cosa anónima, ya no son una noticia de la prensa, tienen un nombre, una cara, una historia, un barrio. Hoy la guerra en Siria es el dolor y el sufrimiento de tanta gente, tantos jóvenes como la valiente Rand, que está aquí entre nosotros y nos pide que oremos por su amado país”. Y para Natalia y Miguel comentó: “Ustedes son un signo vivo de lo que la misericordia quiere hacer en nosotros”.
“Nosotros – añadió – no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. Nosotros hoy estamos aquí, porque el Señor nos ha convocado. Y nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia. Celebremos el venir de culturas diferentes y nos unimos para rezar. Que nuestra mejor palabra, que nuestro mejor discurso, sea unirnos en oración. Hagamos un rato de silencio y recemos; pongamos ante el Señor los testimonios de estos amigos, identifiquémonos con aquellos para quienes «la familia es un concepto inexistente, y la casa sólo un lugar donde dormir y comer», o con quienes viven con el miedo de creer que sus errores y pecados los han dejado definitivamente afuera. Pongamos también las «guerras» de ustedes, las luchas que cada uno trae consigo, dentro de su corazón, en presencia de nuestro Dios”.
En este punto, el Papa invitó a todos los presentes a tomarse de las manos y construir “un puente”, orando en silencio.
Después de la oración, vino la invitación a vivir la Pentecostés, para superar el miedo y la inmovilidad, a seguir “a Jesús, el Señor del riesgo” ir “por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales. Que nos incita a pensar una economía más solidaria. En todos los ámbitos en los que ustedes se encuentren, ese amor de Dios nos invita llevar la buena nueva, haciendo de la propia vida un homenaje a él y a los demás”.
En un diálogo continuo con los jóvenes, el Papa Francisco llevó a la decisión personal: ” Dios espera algo de ti, Dios quiere algo de ti, Dios te espera a ti. Dios viene a romper nuestras clausuras, viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra. Te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo con vos puede ser distinto”.
Casi comentando las noticias de estos días, de la violencia y el terrorismo, Francisco añadió: “La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal. Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Y todos juntos pidamos que nos exijan transitar por los caminos de la fraternidad”.
“Hoy Jesús, que es el camino, te llama a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a desandar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido. ¿Te animas? ¿Qué responden tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida? Que el Señor bendiga sus sueños”.
La vigilia terminó con algunos cantos y oraciones, junto con la adoración eucarística y la bendición oficiada por el pontífic
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