En la carta, el Papa Francisco destacó la figura del Cardenal Eduardo Pironio, quien aseguró que era “un soñador profundo que dio el inicio y el aliento a la creación de este foro” y que fue “un hombre de raíces profundas, de memoria anclada en el dinamismo de la historia como un Kairos, tiempo fuerte de salvación, tiempo de trabajo, prueba, purificación y esperanza. Amó la Acción Católica y creyó en su vocación laical misionera”.
En ese sentido, el Papa destacó que el trabajo realizado por Acción Católica “abrió nuevas perspectivas en el campo de la responsabilidad del laico en la Evangelización. Muchos evangelizados y formados por la Acción Católica pusieron verdad, profundidad y Evangelio en ámbitos civiles, muchas veces vedados a la fe. Los santos y beatos laicos de la Acción Católica son una riqueza para la Iglesia. Esos que fueron 'los santos de la puerta de al lado' de tantas comunidades”.
Aunque habló de épocas de “luces y sombras, momentos de profunda desorientación” en la historia de Acción Católica y de la Iglesia, el Papa animó a no caer en la tentación de encerrarse y esperar escondidos tiempos mejores, sino a recordar “de dónde venimos, cuál es nuestro origen, conocer el corazón de la madre que un día nos dio a luz”.
“La gran tentación en los momentos de crisis o dificultad es encerrarse para cuidar lo poco que se tiene, esperando, escondidos y acariciando recuerdos, la llegada de tiempos mejores. La parábola de los talentos es un fiel reflejo de lo que sucede cuando esta tentación se instala y se transforma en un modo de ser, de estar en el mundo viviendo la realidad de una irrealidad”, señaló.
El Papa dijo que “para no sucumbir a la tentación, para no olvidarnos de quienes somos y hacia dónde vamos: se nos hace imprescindible recordar una y otra vez -como lo hacía el pueblo de Dios en el desierto con la promesa que el mismo Yahveh le había hecho- de dónde venimos, cuál es nuestro origen, conocer el corazón de la madre que un día nos dio a luz”.
Por eso, destacó que la finalidad de Acción Católica “es la de la misma Iglesia: la evangelización”, por lo que su “carisma propio” es “no tener nada propio sino prestar disponibilidad a todas las necesidades de la Iglesia en cada lugar”.
“Como Iglesia, experimentamos que, con la fuerza del Espíritu necesitamos dar una respuesta aquí y ahora a los gritos del mundo” y para escucharlos animó a “ser Iglesia en salida que se acerca samaritanamente a cada hombre y a cada mujer que sufre en su carne o en su espíritu el dolor de este tiempo”.
De esta manera, el Papa Francisco planteó al Forum Internacional de Acción Católica el “desafío” de “descubrir cada vez más y de un modo más fuerte por dónde pasa la vida y la historia de nuestros pueblos, sin prejuicios, sin miedos, sin clasificaciones y sin sentirnos reguladores de la fe de nadie”.
Y les invitó a “estar allí, por dónde van sus intereses, sus preocupaciones, sus heridas más profundas y sus angustias más grandes. Sabemos que no hay mayor pobreza que no tener a Dios”, “ese es el lugar y el pueblo donde la Acción Católica debe realizar su misión”.
Es decir, “tender puentes y crear comunión” manteniendo la “comunión con la pastoral diocesana y sus pastores, una formación que se experimente en clave misionera”.
“La Acción Católica no debe formar para el cristiano futuro, sino que debe y necesita acompañar el proceso de fe del cristiano presente, de acuerdo a las características propias de la etapa de la vida en la que se encuentra”, aseguró.
También les agradeció el trabajo realizado durante estos 30 años en “todas las iniciativas solidarias y de acompañamiento a las diócesis más periféricas, especialmente las del tercer mundo donde soy consciente que la presencia de la Acción Católica es fuertemente misionera y sostiene el trabajo de las iglesias locales”.
El Papa terminó alentando a los participantes del Forum Internacional a trabajar con “urgencia” “por la fraternidad y la amistad social como medios de reconstrucción de un mundo herido”; y “que siembren en los corazones de todos que la auténtica espiritualidad cristiana es la que se hunde en el deseo de santidad y este es un camino que arranca en las bienaventuranzas y que se realiza desde Mateo 25; amando y trabajando por nuestros hermanos más sufrientes” y por último les alentó a que “el espíritu que anime todos sus proyectos y trabajos sea, el de ser una Iglesia en salida que vive la dulce y confortadora alegría de evangelizar; y que se note”.
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