En un mensaje de video leído por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, de parte del Santo padre y difundido este lunes 29 de noviembre con motivo del 70 aniversario de la institución de la Organización Internacional para las Misiones, el Pontífice recordó que el cristianismo, y la mayoría de las tradiciones religiosas, enseñan “a tratar a los demás como queramos que nos traten a nosotros”, y eso vale también al modo en que se acoge a los que llegan en busca de una vida digna para ellos y sus familias.
El Santo Padre insistió en que el debate sobre la migración “no es realmente sobre los migrantes. O sea, no se trata sólo de migrantes: se trata más bien de todos nosotros, del pasado, del presente y del futuro de nuestras sociedades”.
Pidió no dejarse sorprender “por el número de migrantes, sino encontrarnos con todos ellos como personas, viendo sus rostros y escuchando sus historias, intentando responder lo mejor posible a sus singulares situaciones personales y familiares”.
Se trata de una respuesta que “requiere mucha sensibilidad humana, justicia y fraternidad. Tenemos que evitar una tentación muy común hoy en día: descartar todo lo que resulta molesto. Esa es precisamente la “cultura del descarte” que tantas veces he denunciado”.
Recordó que “en la mayoría de las principales tradiciones religiosas, incluso el cristianismo, encontramos la enseñanza que nos exhorta a tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”.
“Sin duda, estos valores universalmente reconocidos deben guiar nuestro trato a los migrantes en la comunidad local y en el ámbito nacional”, aseveró.
El Pontífice invitó a preguntarse “¿qué beneficios aportan los migrantes a las comunidades que los acogen y cómo las enriquecen?”, y él mismo ofreció la respuesta.
Por un lado, “en los mercados de los países de ingresos medio-altos, la mano de obra migrante es muy demandada y bienvenida como forma de compensar la falta de mano de obra. Por otro lado, los migrantes suelen ser rechazados y sometidos a actitudes resentidas por muchas de sus comunidades de acogida”.
“Lamentablemente, este doble estándar deriva del predominio de los intereses económicos sobre las necesidades y la dignidad de la persona humana. Esta tendencia se hizo especialmente evidente durante los ‘cierres’ de COVID-19, cuando muchos de los trabajadores ‘esenciales’ eran migrantes, pero no se les concedieron los beneficios de los programas de ayuda económica de COVID ni el acceso a la atención sanitaria básica o a las vacunas de COVID”.
“Es aún más lamentable que los migrantes sean utilizados cada vez más como moneda de cambio, como peones en el tablero de ajedrez, víctimas de rivalidades políticas. Como todos sabemos, la decisión de emigrar, de abandonar la tierra natal o el territorio de origen, es sin duda una de las más difíciles de la vida”, continuó Francisco.
En ese sentido, advirtió que “la falta básica de respeto humano en las fronteras nacionales nos minimiza a todos en nuestra “humanidad”. Más allá de los aspectos políticos y jurídicos de las situaciones irregulares, nunca debemos perder de vista el rostro humano de la migración y el hecho de que, por encima de las divisiones geográficas de las fronteras, formamos parte de una única familia humana”.
El Papa insistió en que “hay una necesidad urgente de encontrar vías dignas para salir de las situaciones irregulares”. Aseguró que “los migrantes hacen visible el vínculo que une a toda la familia humana”.
Afirmó que “la familia migrante es un componente crucial de las comunidades de nuestro mundo globalizado, pero en demasiados países se niega a los trabajadores migrantes los beneficios y la estabilidad de la vida familiar debido a impedimentos legales”.
En definitiva, abogó porque la comunidad internacional aborde “con urgencia las condiciones que dan lugar a la migración irregular, haciendo así de la migración una elección bien informada y no una necesidad desesperada”.
“La migración no es sólo una historia de migrantes sino de desigualdades, de desesperación, de degradación del medioambiente, de cambio climático, pero también de sueños, de coraje, de estudios en el extranjero, de reunificación familiar, de nuevas oportunidades, de seguridad y protección, y de trabajo duro pero decente”, aseguró el papa Francisco.
El Papa recordó que un día como este 29 de noviembre, pero hace 10 años, el Papa Benedicto XVI “optó por llegar a ser Estado miembro de esta Organización”. El Santo Padre recordó los motivos que llevaron a su predecesor a tomar esta decisión.
En primer lugar, “afirmar la dimensión ética de los desplazamientos de población”. En segundo lugar, “ofrecer, a través de su experiencia y de su consolidada red de asociaciones sobre el terreno en todo el mundo, la colaboración de la Iglesia católica a los servicios internacionales dedicados a las personas desarraigadas”.
Por último, “prestar una asistencia integral en función de las necesidades, sin distinción, basada en la dignidad inherente de todos los miembros de la misma familia humana”.
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