Mons. Aguer: El Año de la Fe está llegando a su fin

Mons. Aguer: El Año de la Fe está llegando a su fin




La Plata (Buenos Aires) (AICA): En su columna televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, emitido por América TV, el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, recordó que el Año de la Fe se está acercando ya a su fin. Este Año de la Fe, un período en el que la Iglesia exhortó a apreciar el don de la fe y reflexionar sobre ella, comenzó el 11 de octubre de 2012 para conmemorar el 50º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, y va a concluir dentro de muy poco, en la fiesta de Cristo Rey de este año, que es el domingo 24 de noviembre.

En su columna televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, emitido por América TV, el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, recordó que el Año de la Fe se está acercando ya a su fin. Este Año de la Fe, un período en el que la Iglesia exhortó a apreciar el don de la fe y reflexionar sobre ella, comenzó el 11 de octubre de 2012 para conmemorar el 50º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, y va a concluir dentro de muy poco, en la fiesta de Cristo Rey de este año, que es el domingo 24 de noviembre.

El arzobispo exhortó a “valorar el hecho de ser creyentes, agradecer a Dios esta realidad y meditar acerca de lo que significa creer, en todas las implicancias para la vida. Que en nuestra conducta se note que creemos lo que creemos”.


Y recalcó que “la fe es la fe de la Iglesia, es la fe que profesamos, la fe que celebramos, la fe que vivimos y la fe que inspira nuestra oración”.


“Quisiera comentarles hoy algo que me parece muy importante; la relación que asocia el acto íntimo de fe, por el cual creemos con nuestro corazón y nos ponemos en las manos del Señor que nos ha dirigido su palabra, con la profesión que hacemos de los contenidos de la fe cuando rezamos el Credo”.


“A propósito de eso -señaló monseñor Aguer-, pensemos que en la primitiva Iglesia el rito del bautismo era precedido de un largo catecumenado y en ese período había un momento singular: cuando el obispo entregaba a los catecúmenos el símbolo de la fe: el Credo. Ellos tenían que recibirlo personalmente, estudiarlo, hacerse cargo de ese contenido, del símbolo de la fe, de nuestro Credo, y luego debían devolverlo. La palabra es esa, devolverlo. Lo llamaban “reditio symboli”, es decir devolución del símbolo. Todos juntos tenían que profesar la fe que habían recibido y que habían aceptado, recitando el Credo de la Iglesia”.


Sobre este tema el arzobispo platense leyó un pasaje de un sermón de San Agustín sobre este tema, donde dice: “El símbolo del sacrosanto misterio que recibieron todos a la vez y que hoy han recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra Madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. Recibieron y recitaron algo que deben retener siempre en su mente y corazón y repetir en su lecho; algo sobre lo que tienen que pensar cuando están en la calle y que no deben olvidar ni cuando comen, de forma que, incluso cuando duermen corporalmente, vigilen con el corazón”.


Precisamente, explicó, “vigilar en latín significa estar despiertos. Corporalmente dormimos pero nuestro corazón, desde el punto de vista de la fe, está siempre alerta, está siempre dirigido al Señor. Aquí se expresa de esa manera tan bella la relación entre los contenidos de la fe, las verdades fundamentales de nuestra religión que expresan el misterio de Cristo, y la profesión de la fe, que se hace con los labios, como dice San Pablo, en la Carta a los Romanos, cuando afirma que “con el corazón se cree, con los labios se profesa la fe”.


“Esa profesión de fe que se hace con los labios va avalada por la disposición de toda una vida. Así como la celebramos en la liturgia, en la misa dominical, por ejemplo, así también esa fe que profesamos la manifestamos a través de un testimonio, de nuestra manera de vivir. El Año de la Fe tuvo por objetivo ayudarnos para que nos hagamos cargo, con mayor conciencia, decisión y alegría de una profesión pública de nuestra fe”, expresó.


Monseñor Ague concluyó diciendo “que se note que somos creyentes, no haciendo ostentación sino con la naturalidad y la humildad que corresponde a un verdadero cristiano. Que en nuestra conducta se note que creemos lo que creemos. Los invito a que piensen en esto y que compartamos entonces esa alegría de haber recibido el contenido de la fe y de haberlo albergado en nuestro corazón”.+


Texto completo de la reflexión



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