En ese sentido, el Cardenal Cañizares recordó el documento “Orientaciones pastorales sobre la enseñanza religiosa escolar” publicado en el año 1979 que todavía es “punto de referencia sobre la temática de esta enseñanza en el ámbito escolar”.
“La situación que, tal vez entonces más como futuro, tenían ante sí los Obispos de la Comisión de Enseñanza, y la que hoy estamos viviendo, como presente, son la misma: se ha producido en España una verdadera “revolución cultural”, que se asienta en una manera de entender al hombre y al mundo, así como su realización y desarrollo, en la que Dios no cuenta, por tanto, al margen de Él, independiente de Él”, explica el Arzobispo de Valencia.
En ese sentido, el Cardenal explica que es importante tener en cuenta que actualmente España está “inmersa hoy en una profunda crisis de humanidad y de norte moral” y por lo tanto es muy importante ofrecer “a las nuevas generaciones un horizonte moral, una formación con principios y valores y fines que permitan al hombre existir en el mundo no sólo como consumidor y trabajador..., sino como persona, capaz y necesitada de algo que otorgue a su existir dignidad junto a lo que la sociedad, la economía y la historia vayan ofreciéndole sucesivamente”.
El Cardenal Cañizares también explica que uno de los principales problemas en España “son las instituciones educativas entre la escuela infantil y la universidad” porque “en ellas los individuos despiertan a la vida personal y se les debe ofrecer no sólo saberes para una afirmación profesional sino orientación para existir como personas”.
Por eso insistió en que “es la hora de educar y no sólo de transmitir técnicas, destrezas competencias, o estadísticas” aunque alertó de que actualmente “nadie se atreve a educar; no hay un horizonte nacional de valores comunes, ni una concordia mínima sobre lo que dignifica al hombre y al español más allá de los estrictos enunciados generalísimos de la Constitución”.
Y aseguró que en estos tiempos, “el lenguaje sobre Dios ha pasado a ser ‘insignificante’ en el espacio público, e incluso en la vida cotidiana” y “ha quedado relegado al interior de las conciencias en su vida específicamente religiosa”.
Aseguró que “detrás de la supuesta realidad silenciada de Dios muchos no han reconocido nada; consiguientemente, se han replegado sobre su propia finitud, sobre sus grandes o modestos proyectos, sobre sus grandes o pequeñas satisfacciones”, algo especialmente evidente “con las actitudes públicas ante la pandemia o ante el volcán de la isla de La Palma”.
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