Debo confesaros que mi única razón para no considerar lícito el suicidio en ciertos casos es la fe en Dios. Hay situaciones en las que el suicidio me parece la opción más racional si no existiera Dios. Sobre todo estoy pensando en personas cuyo sufrimiento físico es abrumador, unido a un sostenido e inevitable declive de todas las facultades. En esos casos, la fe en Dios nos hace pensar que un Ser Infinito tiene cuidado de todos sus hijos y que el sufrimiento alberga una razón de ser aunque no la conozcamos.
Pero aunque yo como creyente sostengo esto, porque es una consecuencia lógica de la fe en Dios, no me cuesta entender que alguien que no cree en Dios no encuentre ya ninguna razón para prolongar el sufrimiento.
Incluso con fe en Dios, la razón de considerar a la vida como sagrada encuentro que admite silogismos que, a primera vista, merecen ser atendidos. Cierto que, reflexionando sobre el tema en profundidad, uno acaba entendiendo que la existencia de un Ser Omnipontente que es infinitamente bueno tiene que dotar de sentido a la existencia de todos sus seres, desde el gusano que se retuerce al ser pisado hasta el anciano que sufre en una cama de hospital.
Pero como cristiano, aunque defiendo la moral de la Iglesia, siempre me he mostrado totalmente comprensivo con las personas que han dejado este mundo por no poder ya más con su alma.
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