«Yo agradezco al Estado Islámico»

«Yo agradezco al Estado Islámico»

El padre Luis Montes, I.V.E., acaba de convertirse en director de un seminario caldeo iraquí. Tras veinte años de estancia misionera en Medio Oriente, él ha encontrado la fuerza de su ministerio en el propio testimonio de los cristianos perseguidos, así como la respuesta a esta apremiante pregunta: ¿Por qué Dios permite semejante persecución contra los suyos, contra sus hijos?

Por Chucho Picón

-Padre, háblenos de usted. ¿Dónde nació y en qué lugar realiza su labor misionera?

Yo son Luis Montes, nacido en Argentina, en la provincia de Buenos Aires. Hice mi formación sacerdotal en San Rafael, en el Instituto del Verbo Encarnado, que es la congregación a la cual pertenezco; es una congregación nueva, fundada en 1984. Yo ingresé en el 88, en el 96 fui ordenado sacerdote, y ese mismo año viajé para Medio Oriente.

Ya tengo casi veinte años trabajando en Medio Oriente. He estado en Tierra Santa, tres años y medio; en Jordania, un año; en Egipto, seis años y medio; y desde hace cinco años que estoy en Iraq.
Estuve en estos cinco años como párroco de la Catedral latina de Bagdad, que se llama “San José y Santa Teresa del Niño Jesús”, y hace menos de un mes me trasladé a Erbil [capital del Kurdistán iraquí y sede del gobierno regional kurdo, n.d.l.r.], por pedido del Patriarca Caldeo, para ser director espiritual del seminario del patriarcado Caldeo.

-¿Qué es lo que más le ha impactado a su corazón a lo largo de estos años?

Lo que más me ha impactado, sin lugar a dudas, es la respuesta heroica de los cristianos perseguidos, que son un ejemplo para nosotros ante una violencia increíble, persecución, asesinatos, torturas; ellos se mantienen en paz, viven en paz, viven incluso con alegría.

Son un ejemplo de fe. La grandeza del alma de los cristianos iraquíes es una cosa que nos deja helados, y nos da fuerza permanente en nuestra misión.

-Padre, ¿quién está detrás de la persecución de los cristianos en Iraq?

El islamismo fanático existe, pero ahora está como suelto, está liberado. Y, por supuesto, además del islamismo fanático, hay potencias regionales que favorecen la división; y detrás de las potencias regionales hay potencias mundiales que dicen luchar contra el Estado Islámico, pero no lo hacen.

-¿Cómo hace un sacerdote católico para no perder la fe en Dios y la esperanza, ya que un día ve a uno de su rebaño, a un feligrés, comulgar y convivir con usted, y a lo mejor por la tarde o al otro día muere en un bombardeo?

Más bien es al revés: el ejemplo de los cristianos para nosotros es una fuerza enorme, que nos sostiene permanentemente.

Les cuento una anécdota: uno se pone a hablar con una familia de refugiados, ellos cuentan sus desgracias, lo que han pasado, lo que han perdido, lo que han sufrido, y terminan la conversación diciendo: «Alá Karim», que significa «Dios es generoso».

En Occidente muchas veces se pregunta cómo hacer para estar feliz, y si no se está, se le echa la culpa a Dios. Esa pregunta no se lo hacen los cristianos iraquíes porque ellos saben que Dios es su Padre y que los protege, y que cuando permite males es por su bien.

Así que en Iraq vivimos en un clima tan natural que ciertamente hace más fácil nuestro apostolado y nuestra misión. Son ellos los que nos sostienen a nosotros, y no al revés.

-¿Usted nunca se ha preguntado o le ha preguntado a Dios por qué permite la persecución de los cristianos?

Lo que yo veo es el bien que se sigue de la persecución. El pecado más grande que cometió el hombre, la humanidad, es la crucifixión del Hijo de Dios, y de ahí Dios sacó la redención del género humano. En este caso uno ve cómo los cristianos perseguidos se purifican y están más cerca de Dios.

En cuanto a los mártires, si bien la crueldad con la que se los mata es durísima, ellos son una bendición para la Iglesia. Y eso se percibe permanentemente.

Pongo el ejemplo de un refugiado que vive en Erbil: perdió todo, tuvo que huir con su familia, y ahora vive en una de esas caravanas de casitas prefabricadas muy pequeñas y en condiciones muy malas, y sin embargo él ha dicho esto: «Yo agradezco al Estado Islámico». Parecería que está loco, pero cuando él lo explica dice:

«Cuando yo vivía en Karakosh era cristiano e iba a Misa, pero mi cristianismo era tibio. Ahora que lo perdí todo, tuve que levantar mis ojos a Dios, y mi fe se ha profundizado y vivo más unido a Cristo Jesús».

Y eso es lo que uno ve allá. Por eso es que en realidad la persecución refuerza nuestra fe y nos hace ver la mano providente de Dios aun en la desgracia.

¿Cuál es el número de cristianos en Iraq, cuántos quedan?

Antes de la guerra había un millón y medio de cristianos; eran minoría, pero minoría considerable. Ahora quedan entre 300 mil y 400 mil. Y la gran mayoría está tramitando sus papeles para irse porque al ver que no hay futuro, al ver que nadie los está defendiendo ni hace nada, tiene que pensar en sus hijos y está pensando en huir.

¿Se podría decir que prácticamente se está exterminando a los cristianos en Iraq?

Sí, porque esta vez la mayoría no ha huido, pero si las cosas continúan igual va a huir el resto, y no va a quedar prácticamente nada si no se hace algo urgentemente, ¡urgentemente!

¿Quién gana con el exterminio de los cristianos en Medio Oriente?

Ganan los musulmanes fanáticos; ése es su principal objetivo ahora.

Padre Luis, ¿qué mensaje le daría a los mexicanos que en algunas zonas del país están siendo golpeados por la narcoviolencia, secuestro, tiroteos, etcétera? ¿Cuál es su mensaje desde Iraq?

Mi mensaje es que hagan lo que hacen los cristianos iraquíes: levanten sus ojos a Dios. No se olviden de que Dios provee, aunque a veces parezca que no; Él ve por nosotros, es Padre y es Todopoderoso. Cuando permite un mal, saca un bien mayor de ello.

¿Cuál sería su mensaje final?

No se olviden de los cristianos perseguidos. Yo, a veces siento vergüenza ajena viendo que los cristianos [de Occidente] pierden tanto tiempo leyendo y discutiendo tantas tonteras, y este tema que es uno de los más importantes no lo saben o no les interesa. Es realmente una vergüenza. En la época de los primeros mártires era un honor estar con ellos, con esos genios de la fe; pero ahora los tenemos también, y si no se toma en cuenta eso, se están desaprovechando las bendiciones que Dios nos quiere dar a través de ellos.

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