Verdaderamente ha Resucitado

¡Aleluya, aleluya!

La Pascua es la Fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús adquiere sentido nuestra Fe.

Resurrección 1

Fuente: Catholic.net

Jesucristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas, entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus Apóstoles.
En la Resurrección encontramos la clave de la Esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué puede preocuparnos?. Cualquier sufrimiento adquiere sentido, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la Tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una existencia nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.
San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra Fe” (I Corintios 15,14).
Jesús Resucitó, venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y, de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.
La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte. Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo Nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las Gracias que Dios nos da para crecer en nuestra Fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Cincuenta días de Fiesta
La Pascua es el “Paso del Señor”, que ha transitado de la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los Apóstoles antes de subir a los Cielos, en la Fiesta de La Ascensión.
Comprende cincuenta días (en griego, Pentecostés), vividos y celebrados como un solo día: “Los cincuenta días que median entre el Domingo de la Resurrección y el Domingo de Pentecostés han de celebrarse con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo” (Normas Universales del Año Litúrgico, N° 22). Se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas, hasta Pentecostés.
Ya en el Siglo II se conoce el testimonio de Tertuliano, que habla de que en este espacio no se ayuna, sino que se vive una prolongada alegría.
La Liturgia insiste mucho en el carácter unitario de estas siete semanas. La primera semana es la “Octava de Pascua’. Dentro de la Cincuentena se celebra La Ascensión del Señor, ahora no necesariamente a los cuarenta días de la Pascua, sino el domingo séptimo de Pascua, porque la preocupación no es tanto cronológica sino teológica, y La Ascensión pertenece sencillamente al Misterio de la Pascua del Señor. Y concluye todo con la donación del Espíritu Santo en Pentecostés.

La Pascua en el Año de la Misericordia
El Papa San Juan Pablo II, en su Encíclica “Dives in misericordia” (30-XI-1980), señala: “El Misterio Pascual es el culmen de la revelación y actuación de la Misericordia, que es capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia en el sentido del orden salvífico querido por Dios desde el principio” (No. 7).Por eso el acontecimiento que se revela en la Cruz y se derrama sobre la Humanidad en la Resurrección es la expresión cumbre de ese Amor de Dios y, por tanto, de su Misericordia. “¿Qué nos está diciendo, pues, la Cruz de Cristo, que es, en cierto sentido, la última palabra de su Mensaje y de su Misión Mesiánica?”, se preguntaba también el Papa. Y respondía: “Y sin embargo, ésta no es aún la última palabra del Dios de la Alianza: esa palabra será pronunciada en aquella alborada, cuando las mujeres primero y los Apóstoles después, venidos al sepulcro de Cristo Crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera: “Ha resucitado”.
La Pascua, que integra necesariamente la Cruz y la hace resplandecer como el gran signo de la victoria sobre el pecado y sus consecuencias, pone de manifiesto, de manera gozosa y definitiva, la prueba de la infinita Misericordia de Dios revelada en la entrega de su Hijo a la muerte para que tengamos la vida eterna al creer en Él (Cf. Jn 3,16), y al confesarlo Resucitado de entre los muertos (Cf. Rm 10,9). Esta expresión, “Resucitado de entre los muertos”, que aparece tantas veces en el Nuevo Testamento (Cf. Rm 6,9; 2 Tm 2,8), sintetiza todos estos aspectos y nos invita a celebrar la Cincuentena Pascual como el gran día que hizo el Señor, símbolo y profecía de la eternidad. ¡Feliz Pascua Florida!.

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