Vestigios, recuerdos e ideales

Tiempo al tiempo

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Texto y Foto:
Pbro. Óscar Maldonado Villalpando

¿Quién iba a pensar entonces, en el siglo antepasado, que todo aquello se vería así?
Por allá, en la Región de Los Altos de Jalisco, éstas eran las huertas del Patrón, bien protegidas con tapias robustas.
Las que se edificaron con cimientos firmes de cantera labrada.
Paredes altas, gruesas, con protecciones y amarres en las esquinas, fuertes trabazones, hechas para imponerse al tiempo y a las inclemencias de los años y de los climas.
Espacios que protegían ansiados frutos en los distintos lapsos del calendario.
Frutos ordinarios y deliciosos, como también frutos exóticos y exclusivos.
Frutos que generaban leyendas de sabiduría: “A tu amigo, pélale el higo; a tu enemigo, el durazno”… Seguramente porque el durazno es muy benéfico con su cubierta natural.
Pero, a la vez, decían: “Abuelos potentados, hijos ricos, nietos miserables”. Y así debió haber pasado, porque se fueron descuidando las huertas, las plantas, las protecciones; se fraccionaron las herencias y acabaron en tristes terrones.

LA VIRGEN DE GUADALUPE
Cuentan que en esa esquina del pueblo, por donde pasaba el antiguo Camino Real, los arrieros de apostólicos burros hacían una pausa en su trote reglamentario y paraban un momento para encender una veladora en la ventanita de la Santísima Virgen de Guadalupe, enmarcada por las flores del laurel. Se sentían refrescados y bendecidos para seguir su implacable caminar, a fin de surtir, a los pueblos, de las cosas necesarias. A la ventanita alguien, con piadoso comedimiento, le ha hecho arreglos extemporáneos; pero, por naturaleza, se incrusta en los adobes legendarios y su base de cantera.
Un Sacerdote, cuya estampa rodeada de bruma surge como de la leyenda, rezaba, tarde a tarde, el Santo Rosario, y los labriegos acudían a su alrededor. El Padre Donaciano Larios; él mismo hizo que la devoción creciera y, un poco más adelante, logró que la grutita se transformara en un Templo de rosadas canteras. Tiempos de los Chinacos y los Mochos.
Pero la ventanita ha cruzado por tres siglos, al menos. En una humilde alcancía se depositaban sufridas ofrendas de aquellos caminantes de la historia. Cosas tan sentidas, que hacen pensar que los caminos de hoy se han vuelto más escabrosos, inciertos y peligrosos.
…Y la ventanita de la Virgen, ¿qué más cosas verá?-

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