Voz del Papa en América
A unas semanas de que el Papa Francisco visitó nuestra Nación y se encontró con varios grupos representativos de los marginados, vale recordar sus palabras a los sectores “descartados” y de inmigrantes cuando estuvo en Estados Unidos, en septiembre pasado.
“La primera palabra que quiero decirles es Gracias. Gracias por recibirme y por el esfuerzo que han hecho para que este Encuentro pueda realizarse”.
El Vicario de Cristo señaló, como en todas sus Visitas Pastorales por el mundo, que nunca faltará su presencia y su voz ante los más relegados y desprotegidos.
I- SU DISCURSO AL GRUPO DE ‘LOS SIN TECHO’
Por deseo expreso, incluyó su visita y su palabra paternal al Grupo ‘de los sin techo’ en la Parroquia de Saint Patrick, Washington, precisamente porque para ellos “no había alojamiento, posada”, ni en el establo (Lc II, 6-7).
Desde el inicio de su discurso, cuestionador, planteó la pregunta: “¿Cómo el Hijo de Dios no tiene techo para vivir…? ¿Por qué estamos sin lugar?”. Antes, al empezar sus palabras formales, les había afirmado: “Ustedes me recuerdan a San José. Sus rostros me hablan del suyo…” Más adelante, insistió en ello: “Las preguntas de San José siguen presentes hoy…” Y afirmó con convicción: “No existe ninguna justificación, ni social ni política ni moral, para aceptar la falta de alojamiento”.
Y completó: “Al igual que a San José, la Fe nos abre a la presencia silenciosa de Dios en toda vida, en toda persona, en toda situación”. Recordó: “Sabemos que Jesús no sólo ha querido solidarizarse con cada persona: que nadie sienta o viva la falta de su ‘compañía’ ”. Y citó a San Mateo (23, 36): “Tuve hambre, y me dieron de comer… anduve de forastero, y me dieron alojamiento”. Concluyó: “Dios está en medio nuestro, y su presencia nos ‘moviliza’ a la caridad. Jesús sigue golpeando nuestra puerta a través del rostro del hermano, del vecino…” E incitó: “Quiero invitarlos a rezar juntos, los unos por los otros; los unos con los otros”. Y cuestionó: “¿Se animan…?”. Rezó el Padre Nuestro, y expresó: “Antes de irme, me gustaría darles la Bendición de Dios”. ¡Qué tacto paternal y pastoral de Padre y de Pastor!
II- EN EL ENCUENTRO
INTERRELIGIOSO EN LA ZONA CERO
Su alocución significativa fue, esta vez, en el World Trade Center, Nueva York: “Zona Cero”, donde miles de vidas fueron arrebatadas, en un acto insensato de destrucción, según lo calificó el Santo Padre. Y empezó muy apesadumbrado él mismo: “Aquí el dolor es palpable. Es el grito silencioso de quienes sufrieron en su carne la ‘lógica’ de la violencia, del odio y de la revancha. Lloramos -recalcó- el dolor que provoca sentir la impotencia frente a la injusticia, el fratricidio, la incapacidad de solucionar nuestras diferencias dialogando”.
Luego confió: “Hace unos minutos me encontré con familiares de los primeros socorristas caídos también en servicio. En ellos puede verse el rostro del dolor; un dolor que nos deja atónitos, y que grita al Cielo”. Pero planteó una adversativa luminosa: “La otra cara de su dolor: el poder del Amor y del recuerdo; un recuerdo que no nos deja vacíos”. Aseguró: “En ese momento trágico, no era cuestión de sangre, origen, barrio, religión; era cuestión de solidaridad, de emergencia, de hermandad. Era cuestión de humanidad”. Y puso ejemplos: “Los Bomberos de Nueva York entraron en las torres, que se estaban cayendo, sin prestar atención a su propia vida; muchos cayeron en servicio”.
Y abundó: “La vida siempre está destinada a triunfar sobre los profetas de la destrucción; sobre la muerte. En este lugar de dolor y recuerdo, me llena de Esperanza la oportunidad de asociarme a los líderes que representan muchas tradiciones religiosas que enriquecen la vida de esta gran ciudad. Son fuerzas de reconciliación. En las diferencias, en las discrepancias, es posible vivir un Mundo de Paz. Juntos, hoy somos invitados a decir un Sí a toda diferencia aceptada y reconciliada”. Terminó, con emoción: “Pidamos al Cielo el don de empeñarnos por la causa de la Paz en este mundo vasto que Dios nos ha dado como ‘casa de todos’. Tan sólo la Paz. Oremos en silencio”.
¡Qué lección de Hermandad: Profetas de Paz!.
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