El trato con Dios supone premisas

Constancia y resignación

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Pbro. Germán Orozco Mora
Mexicali, B.C.

No deja de ser admirable, en un hombre de casi 80 años, su capacidad de atender a tantas personas tan diferentes y en tantos lugares del mundo, hasta el punto de enojarse cuando le exigen entre gritos y jaloneos acercarse a alguien.
Su frase más pronunciada en México: “No se olviden de orar por mí”. El Papa Francisco pide que en nuestra oración lo tengamos presente.

DIÁLOGO ÍNTIMO
De todas las formas de comunicación humana, la oración es comunicación con Dios. Cuando los discípulos le piden a Cristo: “Maestro, enséñanos a orar”, Jesús les pronuncia el Padre Nuestro. De las cualidades de la oración, la soledad y el silencio son sus fundamentos. Jesús, antes del amanecer, se dirigía a un lugar solitario para orar, lo mismo en el desierto que en la montaña.
Hoy en día, nos damos tiempo para todo, menos para orar. De ahí la frivolidad y mediocridad de nuestra relación con Dios. Una acusación contra el católico es que no se da tiempo, ni siquiera una hora para ir a Misa (por lo menos el domingo), no obstante que el Santo Sacrificio es el modelo de oración en común. ¿Qué hacemos con las 168 horas a la semana que Dios nos regala?. Deberíamos devolverle a Dios, cuando menos, media hora diaria de vida, en oración.
Para orar, el mismo Jesucristo nos aconseja que lo hagamos en lo secreto de nuestro cuarto, para que Dios, que ve lo secreto, nos recompense.
En la oración, la persona busca a Dios, comunicarse con Él; y Dios lo escucha y atiende. Tampoco hay que pensar que, por el sólo hecho de hablarle, va a concedernos de inmediato todo lo que le pidamos. Y mucho menos si nuestra vida es ajena a su Voluntad, expresada en cumplir los Mandamientos. Los padres normalmente no le dan a los hijos aquello que pidan, hasta que se “porten bien” o hagan lo que les ordenen.

Y CON EL MAZO DANDO
A través de tantos mensajes por el mundo y en México, en sus años de pontificado el Papa Francisco ha tenido la gracia de sintetizar lo que dice. Y subraya, por ejemplo, la importancia de no permanecer resignados en nuestra vida cristiana, en lo humano, en el trabajo, en los problemas y retos de la familia. No doblar las manos permaneciendo ajenos a los cambios, a la conversión…Con la visita del Santo Padre, como efecto de una conversión auténtica y del impulso de la oración personal y comunitaria, hay que esperar frutos concretos, reales, especialmente quienes administran la vida de la Iglesia y la cosa pública. Que piensen en servir a los más desvalidos, que necesitan urgentemente lo indispensable para vivir dignamente.

FINGIMIENTOS
Es patético, por ejemplo, observar cuánta gente sobrevive con el equivalente a un dólar diario o veinte pesos al día. En cambio, el Gobierno del Presidente Peña Nieto ha comprado recientemente un avión con valor de 7 mil millones de pesos, lo que es poco, ciertamente, comparado con los peculados y desfalcos que desde hace más de 70 años, Gobierno tras Gobierno, desvían impunemente. Así ocurrió en el caso de Gobernadores como Moreira, aunque luego las cosas quedan en el olvido, por más que hayan burlado a la Justicia.
Cientos de políticos, de todos los Partidos, creen quedar bien con Dios porque asistieron a saludar al Papa Francisco, cuando muchos de ellos son los que dirigen el crimen organizado desde sus Partidos, sus curules, sus Magistraturas, sus negocios -mal habidos-. No en balde expresaba San Juan Bautista, primo del Señor : “Raza de víboras, ¿quién les ha enseñado a huír de la ira de Dios?”… Porque hacían filas para ver y saludar al Bautista y que les echara agua, aunque él, molesto, les retumbaba en la conciencia, “Hagan ver, con obras, su arrepentimiento”.
La visita del Papa Francisco ha sido motivadora; nos ha empujado a ser mejores, a dejar nuestra vida mala, nuestros vicios y faltas, para convertirnos, a través de la constancia en la oración y en las buenas obras, en verdaderos seguidores de Jesús. Y no sólo como siempre lo hacemos. Que los Misterios de Jesús en esta Cuaresma y Pascua de 2016 nos refuercen el sincero deseo de que sus mensajes y llamados no sean sólo algo pasajero, como llamarada de petate.
No quedarnos, como ha aconsejado el Papa Jesuita, en la resignación o en permanecer apáticos, indiferentes; volver a lo mismo, a la comodidad del temor, de la mediocridad, del no compromiso.

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