Por Fernando PASCUAL |
La maestra pregunta: “¿Quién tiró ese papel?” Jaime responde: “Fui yo, maestra”.
Jaime puede responder porque recuerda quién es y qué ha hecho. Como también responden millones de veces los seres humanos cuando les preguntan sobre el causante de accidentes, de arreglos, de compras o de descuidos.
El yo es uno de los temas más apasionantes de la filosofía y de la psicología. Sobre todo, es una de las experiencias más profundas y sencillas de la vida cotidiana.
Porque tengo conciencia de ser un yo recuerdo el ayer, con sus momentos de luz y de oscuridad. Miro al hoy, con sus nubes y sus vientos, sus compromisos y sus dolores. Pienso al mañana, con sus tinieblas y sus esperanzas.
El yo me acompaña cuando abro la puerta y dejo pasar a “otro yo”. Me precede cuando temo la llamada del médico que me comunicará el resultado de los análisis. Me sigue mientras camino hacia una cita y confío en que está vez hablaré con más seguridad que la vez pasada.
El yo me identifica al darle un nombre y un apellido, al evocar quiénes son mis padres y parientes, al responder al mensaje que me llega de un amigo, al preguntar en la tienda cuánto debo pagar por ese libro.
Ese yo vive en el tiempo y se proyecta más allá del tiempo, porque no todo acaba en esta vida. Algo queda de ese yo en el recuerdo de algunos. De un modo decisivo, mucho de ese yo queda en la Mente y el Corazón de un Dios que conoce mi origen, que me acompaña en el presente y que me espera en la eternidad…
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