EDITORIAL

¿De cuál fumaron?

Resulta irónico y contradictorio que estemos discutiendo la aprobación del uso de la mariguana con fines lúdicos, sabiendo que es una las sustancias más adictivas, que provoca serios e irreversibles daños a la salud, con la consecuente disminución de lucidez mental que provoca en las personas que la consumen.
Es otra de las propuestas para distraer de los verdaderos problemas del país, que son los que deberían estar llamando nuestra atención, y que el Presidente Enrique Peña Nieto ha querido poner en la palestra de la agenda nacional.
Cobijada con el escudo de ser un derecho humano, la promoción del uso de la mariguana se convierte en un problema de salud pública, más que en un asunto de humanismo. Verdadero sería éste si se hiciera más caso a la prevención, con programas de atención a los jóvenes, especialmente, y no provocando su intoxicación que, en este caso, los lleva a ser manipulables.
El mismo interés por prevenir adicciones debería ser el de rehabilitar a los que han caído en la esclavitud de cualquier adicción.
Queda claro que nuestro interés no es criminalizar a los consumidores que, en este caso, se trata de falso argumento en pro del consumo. No criminalizar es algo muy diferente a promover el ‘uso lúdico’ de los estupefacientes.
No es raro escuchar, de parte del Titular del Poder Ejecutivo Federal, por razones todavía no suficientemente claras, este tipo de propuestas, porque se ubica en la inercia de políticas públicas en el marco de una cultura del simulacro y la distracción. En los jóvenes busca aplicar el mismo mecanismo.
Conocemos las consecuencias del consumo de la mariguana: familias desintegradas, pobreza, enfermedades, atrofia mental, delincuencia, etc. No nos engañemos. La Iglesia atiende diferentes Centros de Rehabilitación, y ahí podemos, por desgracia, constatar todas las nefastas situaciones que provoca el uso adictivo de cualquier estupefaciente.
Apenas el martes pasado, la Secretaría de Salud Estatal, a través del CECAJ, informó del Censo en Centros de Tratamiento Residencial Contra Adicciones 2016, en el que se dio a conocer que tratar una adicción es cada vez más común. Las metanfetaminas, por ejemplo, se han colocado en el segundo lugar entre las sustancias de impacto, por las que 20 mil 198 personas han ido a tratarse. ¿Cómo han sido dañadas irreversiblemente quienes las han consumido? ¿Tendrán las mismas oportunidades de desarrollo que las demás? ¿Y así se pone a discusión su uso?
El mismo Secretario de Salud señaló, con alarma: “Los niños están consumiendo metanfetaminas o drogas sintéticas, y eso nos obliga a replantear la estrategia”.
Es una verdadera irresponsabilidad promover la discusión, y más el uso, de sustancias que dañan al cerebro, que lastiman la dignidad de las personas. Hacerlo es no tener respeto por el ciudadano, al que dicen servir las Autoridades.
¿Quién gana con todo esto? ¿Qué intereses hay detrás? En un país donde la corrupción no es parte del sistema sino el sistema mismo, ¿para qué esgrimir argumentos vinculados a los Derechos Humanos, cuando éstos son los que, en realidad, menos interesan en la discusión?
A quienes nos oponemos al ‘uso lúdico’ de la mariguana y otros estupefacientes, se nos tacha de homofóbicos, intolerantes, retrógradas, timoratos o cualquier otro término que descalifique nuestra postura. Mientras sigamos viendo las consecuencias que provocan las adicciones, especialmente en las familias, no cesaremos de expresar nuestra convicción, mostrando los argumentos de vida de los que sufren y han sufrido sus efectos.

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