Homilía Domingo 9 t.o. (C)

(Cfr. www.almudi.org)

 
 
(Gn 14,18-20) "Bendito sea Abrán por el Dios altísimo"
(1 Cor 11,23-26) "Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros"
(Lc 9,11b-17) "Dadles vosotros de comer"


En el relato de la multiplicación de los panes, los gestos de Jesús nos hacen revivir la institución de la Eucaristía: "tomando los cinco panes y los peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos..." Las comidas de Jesús con sus discípulos son como un anticipo de la Eucaristía y ésta el preludio del banquete de bodas celestial (Cf Ap 19,9).

Toda celebración eucarística tiene carácter pascual. Es el signo de la promesa de la nueva creación liberada de toda servidumbre. En ella se revela y anticipa, a través de los signos, lo que ocurrirá un día cuando Dios sea todo en todas las cosas (Cf 1 Co 15,28). El que come el pan eucarístico tiene ya injertada la vida eterna y resucitará el último día (Cf Jn 6,54). Es algo más que un alimento. Es un sacrificio de alabanza en el que se reactualiza el sacrificio único de Jesús en la Cruz y su resurrección gloriosa. Celebramos la liberación pascual del poder de la muerte y el don de la nueva vida eterna.

Dios no sólo ha venido a este mundo en un país lejano y nos ha hablado en nuestro propio idioma, sino que se nos da en persona en la Eucaristía, deseando entrar en comunión con cada uno. La Comunión es el grito más profundo del corazón de Dios: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13, ). Un deseo ardiente de Jesús (Cf Lc 22,15) y nuestro, porque hemos sido creados con un corazón que sólo puede encontrar su alegría en Dios: "Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti" (S. Agustín).

La Eucaristía, dice Nouwen, es el gesto más humano y más divino que podamos imaginar. Ésta es la verdad de Jesús: tan humano y, sin embargo, tan divino; tan cercano y, sin embargo, tan misterioso; tan sencillo y, sin embargo, tan inasible". Es Dios-con-nosotros. Dios-dentro-de-nosotros. Dios-dando-su vida-por nosotros: "Esto es mi cuerpo... Ésta mi sangre..., Yo, que me entrego a vosotros.

"Milagro de amor, dice S. Josemaría Escrivá. Este es verdaderamente el pan de los hijos: Jesús, el Primogénito del Eterno Padre, se nos ofrece como alimento. Y el mismo Jesucristo, que aquí nos robustece, nos espera en el cielo como comensales, coherederos y socios, porque quienes se nutren de Cristo morirán con la muerte terrena y temporal, pero vivirán eternamente, porque Cristo es la vida imperecedera" (S. Agustín). 

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