Catolicismo. ¿Qué es el catolicismo? No voy a contestar esa pregunta. Pero lo primero que debemos preguntarnos es cuál es nuestra idea de Dios. ¿A qué Dios estamos adorando?
De cómo respondamos a esta pregunta, quedarán respondidas otras muchas. El judaísmo y el islam responden de una determinada manera cada uno de ellos, y de allí se sigue una teología diferente. Conozco sus respuestas y consecuencias, sus razonamientos intermedios. El ritualismo y exclusivismo de los judíos depende de esa pregunta inicial. La crueldad de los ayatolás pende de esa primera cuestión. Ambos dependen de esta cuestión: ¿a quién estoy adorando?
Uno de los elementos esenciales del catolicismo es su flexibilidad. Todo puede entrar en el catolicismo, a diferencia de otras formas del cristianismo. Todo puede ser integrado en él, salvo lo absolutamente inintegrable.
Un teólogo católico se puede preguntar cualquier cosa, se puede plantear con honestidad todos los argumentos a favor y en contra de cualquier punto sin ningún límite. Santo Tomás de Aquino es un inmejorable ejemplo de ello. No necesito decir nada de Agustín de Hipona en el siglo V. No es éste el momento de hablar de Von Balthasar o Rahner en el XX.
Transmitimos una fe, pero nos podemos plantear intelectualmente todos los argumentos en contra sin que la Divinidad nos castigue. Dios no castiga la posibilidad de pensar. El intelecto es libre en el catolicismo. Nosotros abrazamos al disidente, dialogamos con él. Amamos a la persona del disidente.
Decir eso significa inexorablemente que alguien nos eche en cara la Inquisición. El catolicismo reconoce sus errores. Reconocemos nuestros fallos y tratamos de no repetirlos. Nos está prohibido echar tierra sobre la materia oscura presente en nuestra arquitectura celestial.
Nuestra concepción de Dios nos ha llevado a construir una religión que es muy distinta de la de la mayoría de los pastores evangélicos o de la cerrazón a la modernidad de no pocos ancianos obispos ortodoxos.
¿Qué es el catolicismo? Sin ninguna duda, la evolución querida por un Dios comprensivo, benévolo, que ama hasta a los ateos, que ama a los disidentes teológicos, que no amenaza con la condenación eterna con la frecuencia de algunos de sus siervos, que no truena con la facilidad con la que lo hacen algunos de sus predicadores. Adoramos a un Ser que es el creador de una religión razonable, que abraza a los pecadores, que perdona más que sus clérigos. Creer en el catolicismo es creer en una religión que evoluciona dentro de unos pocos dogmas. Es creer en la lógica, en el orden, en una Humanidad que es afortunadamente pluriforme.
Antes he dicho que no iba a responder a la pregunta qué es el catolicismo. Creo que todo depende en esencia de responder a la pregunta de a qué Dios estamos adorando. Profundizando en esa cuestión del Ser Infinito y viendo el panorama humano de las religiones, se comprende por qué puedo decir con seguridad, con orgullo, con felicidad que soy católico.
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