“Estamos llamados a convertirnos siempre más en una comunidad de personas guiadas y transformadas por el Espíritu Santo, llenas de comprensión, con el corazón abierto y el rostro gozoso”, lo dijo el Papa Francisco a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus del segundo domingo de agosto.
Comentando el Evangelio que la liturgia presenta este XX Domingo del tiempo Ordinario, el Santo Padre señaló que Jesús utiliza tres imágenes para explicar a sus discípulos el objetivo de su misión: el fuego, el bautismo y la división. Hoy, dijo el Papa, deseo hablar de la primera imagen, aquella del fuego.
“El fuego del cual habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, señaló el Pontífice, es la presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Es una fuerza creadora que purifica y renueva, incendia toda humana miseria, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde adentro, nos regenera y nos hace capaces de amar”.
Sólo con este fuego, indicó el Papa podrá desarrollarse y hacer progresar el Reino de Dios, sólo si nos abrimos completamente a la acción del Espíritu Santo, Él nos donará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su consolador mensaje de misericordia y de salvación.
Por ello, la Iglesia en el cumplimiento de su misión en el mundo, agregó el Papa Francisco, tiene necesidad de la ayuda del Espíritu Santo para no detenerse ante el miedo, para no habituarse a caminar dentro de los confines seguros. Hoy más que nunca – agregó el Papa – se necesita de sacerdotes, de consagrados y de fieles laicos, con la mirada atenta del apóstol, para conmoverse y detenerse ante las dificultades y la pobreza material y espiritual de nuestro tiempo.
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