Me decía Eva en los comentarios (invisibles, salvo para mí): Yo siempre había pensado que se trataba de una planta cuya omnipresencia parroquial había sido establecida en algún concilio. Efectivamente, Eva, tienes toda la razón.
Algún doctorando en Roma emplearía mejor su tiempo, mucho mejor, si dedicase su tiempo a rastrear la presencia de esta humilde planta en los Santos Padres y como callada testigo de los grandes concilios.
Eva añadía: Atención con la araña roja, única enfermedad que puede acabar con esta planta. Te vuelvo a dar la razón, Eva. La araña del modernismo hizo estragos en la pujante sobrepoblación de pilistras en las iglesias de la Transición. Cuantas acabaron en el contenedor de la basura a manos de los curas más progresistas.
Pero, al final, las pilistras ¡vencieron! Cayó el muro de Berlín, cayó el incombustible rector del seminario de Madrid (García de la Cuerda), pero esa especie botánica permaneció. Sólo ha habido una especie vegetal de población más limitada pero de una resistencia comparable a las pilistras: las flores de plástico.
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