Me escribía una admirable señora en tono de gran acritud, con esa acritud propia de las señoras de cierta edad: Estoy realmente decepcionada con este artículo [el de las tumbas de los Papas]. Yo creo que la vista tiene que estar puesta en la salvación de las almas y no en las tumbas, etc, etc.
Y añadía más adelante: San Antonio de Padua y tantos otros que se olvidaron de sí mismos y de sus sepulturas para entregarse en cuerpo y alma a Dios y los demás, etc, etc.
Vamos a ver, señora, este blog es un reducto de los valores renacentistas y un refugio de virtudes algo trastocadas por la crapulencia. Pero ancha es Castilla y seguro que encuentra el blog de algún santo sacerdote que hará sus diarias o semanales delicias, incluso me atrevo a aconsejarle el de las Adoratrices Angélicas Esclavas de la Caridad. En sus sublimes párrafos no encontrará nada de lo que lamentablemente es tan frecuente que encontrarse por aquí.
Pero mis lectores y yo, debo reconocerlo, somos de la misma calaña. No sé qué hace una mujer honesta como usted en un lugar como éste. Aunque mi experiencia me indica que son precisamente mujeres como usted las que suelen mostrar una asiduidad al blog a prueba de bala.
Ojo, le he aconsejado el blog de las Adoratrices Angélicas Esclavas de la Caridad, no lo confunda con el de las Adoratrices Angélicas Misioneras de la Alegría. Éstas últimas han iniciado una deriva progresista preocupante.
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