Así es la favela que recibiría al Papa Francisco

Ninguna casa tiene agua ni luz. Sin embargo a los pollos que revolotean por las estrechas y húmedas calles no les falta la comida. “Foto”, repite riendo frente a sus amigos un joven que prefiere no decir su nombre. Varios moradores de la comunidad Varginha, al norte de Río de Janeiro, se cubren la cara cuando los sorprenden los flashes, mientras unas niñas juegan atrás en un remedo de parque. Así es la favela del Papa Francisco, un lugar donde falta todo lo material, un rincón en que por todas partes se siente la presencia de Dios.

Hace dos meses los habitantes de este sector supieron que recibirían la visita del Santo Padre, “no ha habido muchos cambios en el entorno, lo importante es recibirlo con todo el amor”, dice José Da Costa Olivera, quien será uno de los seis privilegiados de la comunidad que estará en la oración que el Papa hará en la sencilla capilla de San Gerónimo. Algunos de los cambios son la luminaria que el gobierno de Río de Janeiro instaló en la calle y el asfalto que desde esta semana están poniendo en algunas partes. “Me parece que nos va a hacer muy bien recibir al Papa. Ya ha mejorado bastante, incluso nos pusieron luz afuera”, comenta Regina Dois Santos.


Caminar por Varginha bajo la lluvia tropical de Río de Janeiro es particularmente especial, sobre todo cuando en la entrada hay un carro policial que custodia el lugar donde el Santo Padre será recibido el jueves 25 de julio en la pequeña y sencilla capilla, tal como le gusta a él. Cerca de 30 personas participarán de la oración que el Vicario de Cristo dirigirá en San Gerónimo, para luego trasladarse a la cancha de fútbol donde dirá unas palabras a los moradores. “Tengo la certeza que con su bendición va a mejorar nuestra vida aquí. Estoy muy feliz de que él nos venga a ver”, dice Socorro Silva, que corre tratando de tomar a Mateo, su hijo.


Fue el Santo Padre quien solicitó hacer esta visita a una de las favelas más pobres y marginales de Río de Janeiro. Rápidamente el gobierno llegó a un acuerdo con el líder de la comunidad y se pacificó, de modo que el Papa pudiera orar y bendecir a sus habitantes, justamente para hacer carne la invitación que ha hecho a la Iglesia de salir y penetrar las periferias materiales y existenciales. “Siento que después de conocerlo voy a estar más cerca de Dios, quiero que mi espíritu sea más generoso y amable, procurando entender a las demás personas, ser más solidario”, dice José Da Costa Olivera, mientras espera que la luz llegué para poder tomar las fotos de la capilla.



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