(Eduardo Galeano)
Somos latinoamericanos/as de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Haití, Honduras, México y Uruguay y hemos participado al primer encuentro internacional de jóvenes de Cáritas en la localidad de Mario Campos, Minas Gerais. El mensaje del evangelio : "Partir el pan para que todos los jóvenes tengan vida", ha sido el sentimiento que nos ha nutrido durante el encuentro, en cada mirada diciendo lo que la lengua ha confundido con frecuencia, en cada abrazo y cada sonrisa que dicen mucho más que las palabras. Hemos llegado como desconocidos de distintos países y hoy nos sentimos como verdaderos hermanos, compañeros del mismo sueño de un mundo sin hambre y sin pobreza, con la certeza de que somos Cáritas y de que "no seríamos nada sin la caridad".
Compartimos mucho dolor y decepción al percibir en nuestro encuentro que algunos jóvenes, hijos de Guadalupe, símbolos de un mundo nuevo, atraviesan numerosas guerras, a menudo de la mano de otros jóvenes, víctimas de Estados negligentes. Ha sido difícil mirar hacia adelante al constatar que la historia de nuestros pueblos mestizos, manchada de sangre, comenzó con la colonización patriarcal y la exclusión, y hasta hoy tenemos consecuencias de una inequidad social que maltrata la vida. Compartimos la indignación de una multitud de jóvenes poco preparados que tienen un horizonte privado de grandes sueños desde muy temprana edad. La mayor parte de la poblacion carcelaria de nuestros países esta compuesta por estas personas, y no es una casualidad.
Como discípulos de Emmaus, podemos ver nuevamente la luz al compartir tantos proyectos llevados a cabo por muchos de nuestros jóvenes. Nuestra pasión es Jesús Cristo nuestro liberador y hemos aprendido gracias a él, el sentido radical del amor. Sin embargo, sentimos que nuestros pedidos de cambio no parecen tener más fuerza que nuestra juventud, nuestro poder adquisitivo, nuestros cuerpos y ya sea en las páginas de la criminalidad o de los grandes acontecimientos religiosos, sentimos que muchas veces sólo somos números.
Formamos parte de una sociedad y de una Iglesia que nos recibe con sus brazos abiertos pero que teme luego que soltemos esos brazos como corresponde. El cambio debe tener una voz, un lugar y un tiempo, y nosotros debemos aprender juntos a tirar nuestras redes en las aguas más profundas. No queremos despreciar la experiencia de los adultos pero sí ser escuchados cuando sentimos que tenemos algo fundamental para decir y para sentirnos valorizados. Si vamos a estar en el mismo barco, debemos poder ayudar a decidir que dirección tomaremos. Queremos ser voluntarios pero queremos también estar presentes en las tomas de decisiones y en los procesos de gestión.
Es muy reconfortante sentir que nuestros ministerios tienen mucho en común. Tomando como ejemplo las grandes acciones de Cáritas en América Latina, nos parece urgente la creación de un grupo de trabajo de la juventud en Caritas Lationamericana para seguir en esta vía. Creemos que esto alentaría la creación de organizaciones de juventudes a nivel parroquial, de diocesis, regional, nacional e internacional con el objetivo que se unan en una red.
Sentimos que la riqueza de un intercambio de conocimientos, como lo que hemos vivido aqui, debe ser compartida en todas estas instancias de manera permanente y consecuente, con la organización de encuentros de diocésis regionales y nacionales que culminen en otras regiones latinoamericanas y que podrían incluso llegar a nivel intercontinental. Para lograr ésta meta, queremos prepararnos de la mejor manera para recibir a la juventud y habilitar a quienes van a su encuentro. Es necesario comprender que es imposible trabajar con jóvenes sin respetar sus etapas de formación y sin garantizar que el camino a la madurez en la fé sea respetado.
Al ser conscientes de nuestra tarea, estaremos listos para recoger las hojas secas del suelo, como Madre Teresa de Calcutta y cada vez que el camino de Jesus nos ayude a sentir que tenemos más chances de curar el árbol desde sus raíces, honraremos al mártir de tantos felices, símbolo de esperanza radical y grandes ejemplos de la fuerza nefasta de los poderosos. Como dijo don Helder Camara, debería ser extraño el rezar de manera natural « El señor es mi pastor , nada me faltará » cuando en realidad nos faltan muchas cosas básicas.
Muchos de nosotros iremos al encuentro de la JMJ con la certeza del gran desafio que tenemos delante. Sin embargo, en momentos de debilidad podremos siempre recordar ciertas frases, como la de Monseñor Romero : « Aunque nos traten de locos, de subversivos, de comunistas y de todos los adjetivos que nos adjudican, sabemos que no hacemos más que dar el testimonio subversivo de las beatitudes que proclaman felices los pobres, los sedientos de justicia y los que sufren »
Jóvenes latinoamericanos del 1er Encuentro Internacional de Jóvenes de Cáritas Mário Campos, Minas Gerais, Brasil, 16 de julio de 2013.
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