Nos escandaliza que millones de nuestros hermanos y hermanas vivan en la miseria, en un mundo de riquezas. Sin embargo, estamos llenos de esperanza, porque somos la primera generación que tiene las herramientas para cambiar el sistema que los mantiene en la pobreza.
A lo largo de su historia y en respuesta a la llamada del Evangelio (Mt. 25), la Iglesia ha trabajado por y junto a los más pobres del mundo. Al escoger su nombre, el Papa Francisco dijo que San Francisco de Asís es un símbolo de paz, austeridad y pobreza. El Papa dijo que quería una Iglesia pobre y una Iglesia para los pobres.
Las organizaciones Caritas son una expresión de la diaconía (servicio) de la Iglesia. Nuestro personal y voluntarios trabajan en las comunidades de base, siguiendo la tradición de San Francisco, brindando atención para aquellos que son excluidos y marginados.
En 2012, alimentamos a los hambrientos, en África occidental, suministramos ropa de abrigo a los refugiados de Siria y casas nuevas en Haití, a los damnificados por el fuerte terremoto. Brindar ayuda no es suficiente. Hemos de romper el ciclo de la pobreza.
Todos deben tener igualdad de acceso a oportunidades y servicios. Es por ello que hacemos campaña en favor de un mayor acceso a la alimentación para todos, así como defendiendo a los trabajadores migrantes, especialmente a las mujeres, para que estén mejor protegidos por la ley, y para detener la destrucción de la tierra y de nuestro medio ambiente.
La economía de la globalización crea ganadores y perdedores, exacerbando las desigualdades ya existentes. Sin embargo, la globalización no es como el clima. Puede y debe ser mejorada y regulada.
En su encíclica Caritas in veritate, el Papa Benedicto XVI dijo: “Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador”.
El Papa Francisco les dijo a los líderes del mundo, reunidos en ocasión del inicio de su Pontificado: “Seamos ‘custodios’ de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente”.
Nuestro mayor desafío no es la pobreza, ni la crisis económica. Es el aumento del secularismo en muchas partes del mundo, especialmente en los países ricos. Cuando la gente no cree en Dios, el individualismo triunfa sobre la comunidad y perdemos de vista nuestros principios éticos.
Únicamente viviendo en la verdad de la palabra de Dios, podemos superar la pobreza espiritual de nuestro tiempo y construir un mundo fraterno, en el que vivamos unidos y en paz como hermanos y hermanas.
Fuente: Comunicaciones Caritas Internacional
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