Rincón Poético
En el Cenáculo
Con la jofaina en manos… me sorprendes.
Como Pedro, me niego a que te inclines
a lavarme los pies. ¿Con cuáles fines?
¿Dime por qué, y qué es lo que pretendes?
Mirándome a los ojos, me reprendes
porque temo adentrarme en los confines
de tu Misericordia… y lo defines:
¡Quiero que, humilde, sirvas… y no aprendes!
Perdón, Jesús, arráncame este orgullo
que me hace ser un vil gusano inmundo.
¡Es que no puedo seguirte, aunque yo quiera!
¡Es que quiero y no puedo ser tuyo!
¡Es que, sin Ti, me pierdo y me confundo!
¡Ven, camina conmigo hasta que muera!
En el Huerto
Si en el jardín del Huerto te han postrado
la tristeza, el estupor, la desazón…
¿Cuáles son las razones, cuáles son
por las que te ha dejado abandonado?
Respóndeme, Jesús, ¿Tú le has fallado?
¿O tu Dios ha perdido la razón?
¿O eres Tú, al vaciar tu corazón
por tus venas, un loco enamorado?
Me dices que, aceptando tu sufrir,
Él pudo y quiso hacerse más cercano
a nuestra débil condición humana.
Y que, por fin, dejándote morir,
sintió que, al entregarnos
un Hermano,
la herida que le duele
tanto… sana.
En el prendimiento
Subir a su Ciudad fue peligroso
porque allí los poderosos van y vienen
y en lo oscuro maquinan porque tienen
la Ley a su favor, yugo oneroso.
Te acusaron allí de revoltoso
por perturbar el orden que sostienen.
Mordisqueando la noche se entretienen
cabildeando su acuerdo vergonzoso.
Con piedras y con palos, los soldados
te prenden, pues te sienten su enemigo.
Tiemblan los tuyos. Huyen asustados.
Y el Judas Iscariote, infiel amigo,
con falso beso sella su traición,
colgando de una soga su ambición.
En el Calvario
En mi vida vacía, ambicionando
sólo riquezas, honras y placeres,
anduve mendigando sus quereres,
que terminé, hastiado, vomitando.
Con humildad ahora ando buscando
acercarme hasta Ti por ver quién eres
y averiguar por qué es que Tú me quieres,
aunque te siga a veces traicionando.
Mi Jesús, si de mí no esperas nada,
¿por qué te aferras a mi compañía?
¿Perdiste la razón, crucificado?…
¿O eres necio, y con tu dulce mirada
ansías pedirme, en esa tu agonía,
que sea como Tú, un enamorado?
En la Victoria
Desde el silencio, radiante, te levantas.
Vienes cantando un Himno de Victoria,
agradeciendo al Padre esa tu Gloria,
que allá, en tu Corazón, ya no la aguantas.
Jubilosas resuenan las gargantas
del Universo entero en la memoria
que recupera hoy esa su Historia
que Él cumple, fiel a sus alianzas santas.
No podía dejarte Él en la muerte,
sepultado por siempre en el olvido,
porque el Mal, con su máscara macabra,
nunca tendrá la última palabra.
Y aunque parezca que Él se había escondido,
Dejar no pudo nunca de quererte.
Una Alabanza
Hoy que me acerco a Ti, dulce Señora,
a flor de labios traigo una alabanza.
Tu ternura me colma de Esperanza,
y ese tu amor de Madre me enamora.
Del corazón me brota cada hora;
y aunque, pobre, parece que no alcanza
a llegar hasta Ti, me da confianza,
pues lo mejor de mí contigo aflora.
Madre Virgen y Niña prodigiosa:
Gracias por lo que Dios hizo contigo.
Gracias, porque aceptaste ser su Esposa.
Gracias, gracias por esta Redención,
que sin tu SÍ hubiéramos perdido.
¡Gracias, gracias porque eres Bendición!
Pbro. Cándido Ojeda Robles
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