El padre Juan expresó su alegría y la de la comunidad por la presencia del Arzobispo, “porque el pastor es el que nos congrega y el que nos muestra al Señor, lo que nos enriquece mucho”. Explicó que el sector que cubre la parroquia San Francisco Javier es pequeño, pero que los fieles son “gente muy sencilla, muy entregada, que realiza sus diversos trabajos pastorales con mucho cariño, un gran espíritu de comunión y de servicio por las cosas de Dios”.
En su homilía, Monseñor Ricardo Ezzati se refirió a los textos bíblicos de este domingo y afirmó que la pregunta del maestro de la Ley a Jesucristo sobre qué hacer para tener vida eterna es fundamental para las personas, preguntarse sobre el sentido de la vida “y si nuestra existencia termina única y exclusivamente después de haber atravesado algunos años de vida buscando migajas de felicidad y migajas de realización”. Afirmó que la respuesta es que Dios nos ha creado para vivir en la felicidad, en la comunión, con un sentido de eternidad y que Jesús precisa que la respuesta “es el amor a Dios y el amor entre nosotros, el amor al prójimo”, que lo explica con la parábola del Buen Samaritano, que ejerce la caridad con un adversario y entendió quién es su prójimo. Dijo monseñor Ezzati que ese hombre vio el dolor ajeno, se conmovió y lo atendió.
La sobreabundancia de unos y miseria se otros
“No podemos ser buenos samaritanos si no abrimos los ojos para ver el dolor de los demás. A mí me toca recorrer la ciudad de Santiago desde una punta a la otra varias veces en la semana, atendiendo una comunidad y otra, y les puedo decir que siento una inmensa compasión frente a lo que me toca ver, frente a ese dolor de tanta, tanta gente que vive en viviendas indignas, que están en el borde del camino, y después ver sectores de nuestra ciudad donde la sobreabundancia es un grito al cielo por la injusticia que se vive frente a tanta miseria. Una sociedad no puede cambiar, no pude construirse como una sociedad fraterna si no abrimos nuestros ojos”.
Pero no sólo ver, sino conmoverse frente a esa realidad, porque muchas veces, como el levita y el sacerdote del Evangelio, “no nos conmueve la situación de dolor de nuestros hermanos, no nos conmueve al soledad, el abandono de un anciano, de unos niños que vagan por la calle”. Por último, dijo el pastor, además de ver y conmoverse, el samaritano atendió a ese herido del camino, como Jesucristo, “que vio nuestra miseria, se conmovió de nosotros, se encarnó y murió en la cruz entregándonos su propia vida. Él es el Buen Samaritano”.
Un alimento para la vida eterna
Finalmente, el Arzobispo de Santiago se dirigió a los 20 niños y niñas que en esta misa hicieron su Primera Comunión y les animó a no olvidar que “el aliado más grande, más precioso, aquel que nunca los va a abandonar es el Señor, que en el día de hoy van a recibir en la Eucaristía”. También los llamó a “alimentar domingo a domingo su vida espiritual, esa vida eterna que el Señor nos enseña a conquistar día tras día”.
Luis Barrientos, feligrés de la parroquia San Francisco Javier desde hace más de 30 años, casado dos hijas, colabora con el párroco en aspectos litúrgicos y de organización parroquial. Otorgó gran importancia a la visita del arzobispo a la comunidad parroquial, “porque hay mucha gente que el pastor no va a ver a sus fieles, pero no es así, porque él siempre ha estado dispuesto a conversar con las personas. Yo creo que a los niños que hoy hacen su Primera Comunión les va a hacer muy bien esta vista, y de entre ellos a lo mejor salen monitores, catequistas para la parroquia”.
Terminada la misa, toda la comunidad parroquial compartió un ágape junto al monseñor Ricardo Ezzati, quien departió con los asistentes.
Fuente: Departamento de Comunicaciones www.iglesiadesantiago.cl

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