ENTRE PARÉNTESIS | Por Ismael Bárcenas SJ |
El discernimiento es la herramienta fundamental de Ignacio de Loyola en su peregrinar espiritual. Desde su rehabilitación posterior al bombazo de Pamplona, poco a poco captó esta dinámica interna. Ignacio descubre que Dios habla al interior del ser humano. El discernimiento espiritual comprende la distinción de las movimientos del buen y del mal espíritu, así como el entender sus tácticas y estrategias. Aprender a distinguir estas mociones internas es como podremos intuir cuál es la voluntad de Dios. Las mociones son sugerencias e impulsos internos que incitan a que hagamos algo o dejemos de hacerlo. Toda moción suele incluir un estado de animo y un discurso. Agrupando, se distinguen dos tipos de estados de ánimo: Uno lleva a sentirse bien, tranquilo, alegre, en paz y en armonía. Otro lleva a sentirse mal, inquieto, triste, turbado y en desarmonía.
Así, cuando alguien tiene que tomar una decisión crucial, puede sentir alegría, paz, confianza y como si una voz interna le dijera: está bien que lo hagas. Por otra parte, pudiera suceder lo contrario, que sintiera inquietud, tristeza, dudas, desazón y como si una voz interior quisiera prevenir de realizar tal acción. Gran parte de la dificultad del discernimiento consiste en que las mociones suelen ser ambiguas, ya que tanto el buen espíritu como el malo pueden comportarse amables o rudos respecto a lo que estamos por decidir. Otra dificultad en el discernimiento de espíritus consiste en que, primero, es necesario hacer un juicio sobre la situación existencial en que nos encontramos. Hay que preguntarse: ¿Mi vida sigue un curso positivo?, ¿Voy creciendo y subiendo a pesar de tropiezos eventuales? ¿O mi vida sigue un curso negativo? ¿En qué se me está yendo la vida? ¿Qué estoy haciendo de mí mismo? ¿Qué quiero hacer de mí en delante?
Según Ignacio de Loyola, la estrategia general de los espíritus cuenta con la siguiente lógica: Al que existencialmente va de bien en mejor subiendo, el buen espíritu lo animará y le dará fuerzas, consolaciones, inspiraciones, serenidad, paz y quietud. Ante los obstáculos, le hará ver que no son tan difíciles y que se pueden superar. A quien va bien en la vida, el buen espíritu le da alegría y gozo espiritual, le quita toda tristeza y turbación enemiga. Así, estas mociones entrarán en su vida como gotas de agua en esponja. En cambio, a esta persona, el mal espíritu lo entristecerá, desanimará y turbará. Al que va bien en la vida, el mal espíritu le presentará los obstáculos como insuperables, los ideales como irrealizables, aun con ruido estridente como gota de agua que choca sobre piedra. En general, al que va bien en la vida, el mal espíritu se le presentará de forma terrible.
Algo muy importante a distinguir en la lógica de estrategias y movimientos espirituales es que, al buen espíritu, le gusta que el ser humano vaya existencialmente avanzando. En cambio, el mal espíritu intentará que retroceda. La misma estrategia se muestra en el caso del quien va existencialmente cayendo. En este caso, las tácticas de los espíritus se invierten. Al que va en decadencia, el mal espíritu le presenta el camino lleno de distracciones, falsos placeres y le dará palmadas en el hombro. A ese mismo, el buen espíritu podría atacarlo con medios terribles, punzando y mordiendo.
Desde la lógica de Ignacio, Dios nos pide algo a través de las mociones internas, por lo mismo es importante aprender a distinguirlas. Ser cristiano no es fácil, es aprender a luchar contra el mal que acecha en los fueros internos, también luchar contra la injusticia que vemos en el mundo. Sentir bonito no es en automático una moción del buen espíritu. El buen espíritu es como ese instructor del gimnasio que nos exige dar más y sacar lo mejor que tenemos. También, nos invita a que seamos solidarios y nos unamos a las mejores causas que intentan construir un mundo más humano. Por tal motivo es que el discernimiento ignaciano mantiene su vigencia y es una gran herramienta para enfrentar los tiempos modernos.
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