5 de enero 2014
Domingo 2º de Navidad (A)
Jn 1, 1-18: Homilía de san Agustín (S. 121, 1-3)
«El mundo fue hecho por el Señor, y el mundo no lo conoció (Jn 1, 10). ¿Qué mundo es el que fue hecho por él? ¿Y qué mundo es el que no lo conoció? Pero no es el mundo que fue hecho por él el que no lo conoció. ¿Cuál es el mundo que fue hecho por él? El cielo y la tierra. ¿Cómo no lo conoció el cielo, siendo así que el sol se oscureció en su pasión (Lc 23, 45)? ¿Cómo no lo conoció la tierra si tembló cuando pendía de la cruz? (Mt 27, 51)? Pero el mundo no lo conoció, a pesar de que su príncipe es aquel de quien se dijo: He aquí que llega el príncipe de este mundo, aunque no tiene ningún poder sobre mí (Jn 14, 30). Por mundo se entiende a los hombres malos y a los hombres sin fe. Estos tales reciben este nombre por aquello que aman. Si amando a Dios nos hacemos dioses, amando al mundo somos mundo. Pero Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo (2Cor 5, 19). ¿Pero acaso no lo conoció nadie?
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron (Jn 1, 11). Todo es suyo, pero se consideran como particularmente suyos aquellos de quienes proviene su madre, de la que ha recibido su carne; a los que había enviado pregoneros antes de su venida, a los que había dado su ley, a los que había liberado de la cautividad egipcia, para los que eligió como padre carnal a Abrahán. Decía verdad al afirmar: Antes de Abrahán existía yo (Jn 8, 58)… Mas a cuantos lo recibieron… Entre ellos estaban los apóstoles, que lo recibieron. Entre ellos también aquellos que llevaban los ramos: iban unos delante de él, y otros detrás, y extendían sus vestiduras a su paso, y exclamaban a voz en grito: ¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en el nombre del Señor».
(Trad. de Javier Ruiz, oar)
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