Un millón de niños sirios refugiados. La cifra impacta, pero no deja de sorprender. Las imágenes se repiten cada día en televisión. La última: el uso de armas químicas en contra de adultos y menores.
Una realidad que tiene pendiente a las potencias y consternados los corazones del mundo. El problema surge cuando nos preguntamos ¿qué hacer? ¿Se puede colaborar en algo a tantos kilómetros de distancia? La respuesta es sí, más aún si se hace desde el ser cristiano.
Entrevistamos a Gabriel García Brahm, Director Ejecutivo de la fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre, institución dependiente de la Santa Sede que apoya a los cristianos donde son perseguidos, sufren hostilidades o tienen necesidades pastorales. Hoy por ejemplo, junto con Siria, parte de su labor está centrada en acompañar a los cristianos perseguidos en Egipto, donde escalada de violencia anticristiana no tiene precedentes. Unas 80 iglesias y edificios eclesiales han sido atacados o incendiados por extremistas.
¿Cuáles son los canales de información que tienen para saber qué está pasando en esos países?
Recibimos información de primera fuente a través de nuestra casa central de Alemania y de las oficinas de Gran Bretaña, que han podido comunicarse con los obispos de Egipto. A Siria, derechamente no se puede ingresar. Nuestras fuentes de información son el clero en general y los obispos.
Sabemos que la situación para población en general es muy compleja, ¿es aún más para los cristianos y católicos?
Son países de minorías cristianas, que cada vez son más minorías. Sucede en Siria, por ejemplo, que los católicos y cristianos en general, son discriminados, no encuentran trabajo, no pueden desempeñarse en empresas públicas. Hay una persecución religiosa y persecución de grupos extremistas.
¿Cuál es el contexto?
Es un contexto político y social muy complejo, que tiene relación con el Islam más extremo que ha escapado del control político y que crea un problema de ingobernabilidad. Ahora, no es lo mismo lo que sucede en Egipto que lo que sucede en Siria y el mundo tiene intereses diferentes. En Egipto, por ejemplo, el conflicto es mirado más desde occidente, Estados Unidos y Europa, mientras en Siria, el conflicto es más observado desde Rusia, por las salidas a rutas comerciales que afecta.
¿Cómo se hace llegar la ayuda a estos países en conflicto y qué se está haciendo?
La ayuda que nosotros enviamos se canaliza a través de los obispos, ya sea de Siria o Egipto. Concretamente, se realiza ayuda de sobrevivencia a familias que han sido despojadas de sus hogares, ya sea por bombardeos, incendios o tantos otros motivos. Ellos llegan a pedir ayuda humanitaria a las parroquias. Esas parroquias tienen que acogerlos por un determinado número de días, y ubicarlos luego en un refugio de características más permanentes.
¿Existen campos de refugiados cristianos?
En esos países, nosotros como Iglesia Católica, no tenemos campos de refugiados establecidos, porque no es nuestra tarea. Hay campos que organizan Naciones Unidas y otros organismos internacionales, que se ubican en países vecinos. A Siria no se puede ingresar, entonces se establecen en Turquía, donde están los campos de refugiados más grandes que han existido en la historia, donde hay millones de personas. También los hay en el Líbano. Hacia allá se canaliza hoy la ayuda.
También enviamos recursos a Siria, pero son de “súper emergencia”. Una primera ayuda que pueden entregar los mismos párrocos, para que las familias tengan recursos para salir del país, y llegar- por ejemplo- a un campo de refugiados en Turquía.
¿Cómo definirían esta crisis? El nivel de crueldad que hemos visto por televisión, da cuenta que una salida es casi imposible…
Por lo mismo, como católicos nuestro gran llamado es a rezar por la paz, la reconciliación y para que esta guerra tenga las menos consecuencias posibles.
La ayuda que hemos enviado, es bastante, pero nunca va ser suficiente para todas las necesidades que existen. El conflicto como está en este minuto, hace que cada día que pasa se vea menos esperanza.
La semana pasada se dio a conocer el uso de armas químicas, con miles de personas, niños incluso, muertos. Además, hay grandes potencias que están a punto de intervenir. Uno se pregunta si será para mejor o para peor. No lo sabemos porque puede ser otro Irak.
¿Cómo podemos hacernos parte de la campaña?
Como Fundación pontificia en Chile, hemos abierto una cuenta especial para esta causa, es del banco Santander. Según los antecedentes que hemos recopilado, la Iglesia, por 35 mil pesos alcanza a dar ayuda a una familia- padre, madre e hijos- por un mes. Se les da atención en alimentación. Esto para Siria, para Egipto no tenemos datos concretos.
¿Qué mensaje se le puede dar a la gente?
Que tomemos conciencia, que al recibir esa ayuda saben que no están solos, saben que alguien reza por ellos, que brinda ayuda por ellos, porque toda la ayuda que se canaliza a través de los obispos va con un sentido espiritual y un sentido de solidaridad.
Un llamado que ha hecho incansablemente el Papa Francisco…
En el Ángelus ha hablado sobre Siria y ha hecho llamados concretos a fijar nuestros ojos en esta crisis, para asistir a estas personas.
Aquí hay una emergencia que es la ayuda concreta, el Santo Padre así lo ha el hecho ver: hay que ir más allá, porque ésta también es una causa de oración, de generar conciencia. La verdad, es que más allá de poder enviar dinero- que es muy importante- si no va acompañado esto de la oración, todo lo que hagamos no tendrá sentido. Qué mejor que rezar cuando ves que no hay esperanza. La esperanza es la que llega a través de la oración. Tú puedes enviar pan o abrigo, pero no hay esperanza y la esperanza se logra con algo espiritual. Acercándose a Dios.
¿Cómo ayudar?
Haz tu aporte en la cuenta: 150-150-0 a nombre de AIS Chile, Rut: 73.537.400-1, mail: ais@aischile.cl.
Un testimonio que no se puede dejar pasar
Desde Homs, una de las ciudades más afectadas por la guerra civil en Siria, un sacerdote lucha por proporcionar alimentos, cobijo y medicamentos a más de 30.000 personas que huyen de la violencia.
«En nuestro centro comenzamos nuestra labor con 1.000 familias y las cifras crecen y crecen. Prácticamente toda la población necesita ayuda, alimento, dinero para el alquiler y medicamentos».
Señaló que ellos se aferran a la esperanza, a pesar de las dificultades: «Tenemos mucha esperanza. Las iglesias siguen tocando las campanas para los que quieren rezar y todo el mundo viene a Misa». Citando al Papa Francisco, escribió: «Nadie nos puede robar la esperanza, nadie nos puede robar la alegría».
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago
www.iglesiadesantiago.cl
Publicar un comentario