Monseñor Ricardo Ezzati llama a una educación centrada en la persona humana

Mucho más urgente que reflexionar sobre las “claves para la educación del futuro, la calidad en la educación técnica” –como era el título del XIV seminario organizado por la Fundación Arturo Irarrázaval Correa junto al Grupo Educar–, era para el Arzobispo de Santiago recapacitar sobre “las claves para el futuro de la educación”, dijo monseñor Ricardo Ezzati, pues “lo que está en juego, en este tiempo de cambios tan radicales, es la esencia misma del hecho educativo, no solo la necesidad de una metodología avanzada que lo ponga en sintonía con el futuro”.

Ante la presencia de la ministra de educación, Carolina Schmidt; Alejandro Weinstein, secretario ejecutivo de educación técnico profesional; y Harald Beyer, ex ministro de educación, entre otros expertos en la materia, el Pastor de la Iglesia de Santiago habló este viernes a un auditorio compuesto en su mayoría por directores de centros educativos.


“Gracias a la Fundación por el compromiso y sabiduría con la que ayer y hoy ha acompañado y acompaña la labor educativa de los centros educacionales católicos del país, un esfuerzo que aporta dignidad y futuro especialmente a los más desposeídos”, dijo. Acto seguido apuntó que la pregunta a formular era: “¿Qué es educar? ¿Para qué educar?”.


“Es de vital importancia volver al punto de partida –señaló–, preguntarse por la meta que se quiere alcanzar y definir mejor los caminos e itinerarios por los cuales avanzar hacia esa meta. Este proceso es expresión de sabiduría y humildad, porque todos percibimos y denunciamos el camino equivocado; los jóvenes con su estilo y sus expresiones, los padres de familia con su preocupación y angustia, los educadores a veces con impotencia y muchas veces con un compromiso que percibe como una gota de agua en un mar muy agitado”.


Para responder a la cuestión, el Arzobispo esgrimió el documento final de Aparecida: “Pensando en una educación de calidad, a la que tienen derecho sin distinción todos los alumnos y alumnas de nuestros pueblos, es necesario insistir en el auténtico fin de toda escuela: ella está llamada a transformarse ante todo en el lugar privilegiado de formación y promoción integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura, cosa que logra mediante un encuentro vivo y vital con el patrimonio cultural. Esto supone que tal encuentro se realice en la escuela en forma de elaboración, es decir, confrontando e insertando los valores perennes en el contexto actual”, citó.


Hacia una antropología de sentido


Quien se desempeñara como profesor de filosofía continuó oponiendo, a una concepción esencialmente instrumental de la educación, una metafísica. “Desde la antropología cristiana –arguyó–, creemos que el corazón del hecho educativo puede ser definido con la categoría de encuentro, un encuentro entre quien tiene algo valioso que comunicar y alguien que desea aprender. Se trata fundamentalmente de una alianza educativa sobre lo que es esencial. Todo lo demás es contorno que acompaña y ayuda; muy importante, sin duda, pero contorno que acompaña y ayuda”.


Una educación de calidad, sostuvo, es aquella que es buena, es decir, “aquella que dice relación con la centralidad de la persona, con la persona fenoménica, real, del estudiante. La escuela y los centros superiores de educación existen para él, para el pobre, para el inválido. Es una buena educación si la persona del educador, en diálogo con la persona del alumno, juntos, caminan hacia la plenitud de la educación humana, personal y comunitaria”.


“El gran desafío de la educación –por tanto–, consiste principalmente en ir más allá de una antropología instrumental o funcional, es decir, preparar personas competitivas para el mercado global, habilitarlas para enfrentar los requerimientos de la tecnología o la empresa, y abrir espacios para una verdadera antropología del sentido, que se pregunte por la esencia de la persona humana, por su vocación, por sus fines personales, sociales y trascendentes”.


Finalmente, antes de presidir la eucaristía de la primera jornada del seminario, el Arzobispo de Santiago recordó un precepto de Benedicto XVI, quien, reflexionando sobre las consecuencias históricas de aquellas ideologías que han centrado su interés en una antropología funcional, perdiendo de vista una antropología de sentido, “han pretendido realizar la sociedad con la fuerza del poder y de la economía, dejando a Dios de lado, y como resultado han obtenido piedras en lugar de pan”, concluyó.


Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago

www.iglesiadesantiago.cl



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